Familia cristiana nicaragüense es forzada a huir tras la detención y liberación de un pastor

Familia cristiana pobre de espaldas
 Imagen generada por IA

Una familia cristiana nicaragüense, incluyendo a dos niñas de 9 y 13 años, experimentó el dolor de la persecución gubernamental que llevó al encarcelamiento de su padre, un pastor, y a la posterior huida forzada de todo el núcleo familiar.

Según un informe de Puertas Abiertas, la vida de las hermanas Alaia y Manuela (nombres alterados por seguridad) cambió drásticamente cuando su padre fue arrestado junto a otros pastores. La madre reveló a las niñas que el gobierno consideraba la labor evangelística como una "amenaza evidente".

Durante los nueve meses que duró el encarcelamiento, la familia no tuvo noticias del pastor. La madre se esforzó por mantener una apariencia de normalidad para sus hijas, animándolas a mantener la fe.

Manuela, la menor, recuerda la fortaleza de su madre en esos momentos: “Mi mamá trataba de tranquilizarnos diciendo que mi papá estaba en manos de Dios. Nos recordaba que él era un hombre íntegro y que Dios no lo abandonaría”.

Aunque la liberación del pastor trajo un breve alivio, la familia fue notificada de que debía abandonar el país de inmediato. El reencuentro inicial se dio a través de una videollamada, donde la familia se impactó al ver al pastor con 50 kilos menos, lo que evidenció el sufrimiento padecido en prisión.

La persecución se intensificó cuando el pastor alertó a su esposa de que ella y sus hijas estaban siendo vigiladas y que las arrestarían para silenciarlo. Esa misma noche, la madre y las niñas tomaron solo algo de ropa y huyeron, dejando atrás toda su vida.

El emotivo reencuentro en el nuevo país, aunque trajo consuelo, se mezcló con el dolor de la pérdida, tal como lo expresó Alaia: “Fue hermoso, pero también muy difícil. Estábamos juntos otra vez, pero no en casa”.

La fe y la resiliencia de las niñas han sido moldeadas por las enseñanzas de sus padres, quienes antes del arresto habían participado en entrenamientos sobre cómo manejar la persecución. La mayor, Alaia, reflexiona sobre la lección espiritual aprendida de la dura experiencia: “Aprendí que la persecución nos enseña a no apegarnos a las cosas terrenales. Un día moriremos y no nos llevaremos nada con nosotros. Entonces, lo mejor que podemos hacer es vivir —e incluso morir— por Cristo”.

En Nicaragua, la represión contra líderes religiosos ha escalado en los últimos años. Según informes de organizaciones de derechos humanos, muchos pastores están bajo vigilancia constante, obligados a informar a la policía sobre sus actividades y, en algunos casos, a presentar borradores de sus sermones para su aprobación. 



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