¿Radical o coherente? El liderazgo que Colombia necesita

Juliana Alvarado Romero
Juliana Alvarado Romero

Hace unos días, en un mitin político del Centro Democrático en Colombia, ocurrió algo que no se ve todos los días: vi a una mujer joven, de mirada firme y voz clara, subirse al estrado y decir lo que muchos piensan pero pocos se atreven a pronunciar en público.

Se llama Juliana Alvarado Romero, es abogada, activista, católica practicante y, desde hace poco, candidata a la Cámara de Representantes por el norte de Santander con el número 105 del Centro Democrático. Pero más allá de las credenciales, lo que llamó mi atención fue su coraje. Sin eufemismos, sin miedo al qué dirán.

Juliana es hija de la senadora Mila Romero, una de las figuras fundadoras de la Bancada provida en el Congreso, y aunque su apellido abre puertas, ella no ha necesitado esconderse detrás de él. Al contrario: ha tomado su herencia con responsabilidad y la está convirtiendo en un legado.

En ese mitin, mirando directamente al expresidente Álvaro Uribe, le pidió algo incisivo, polémico, pero moralmente correcto: que el Centro Democrático impulse una ley que prohíba de forma clara y total la transición de género en menores de edad. Y no lo hizo como un gesto simbólico, sino como una urgencia moral.

En una época en la que se legisla hasta para regular el uso de pitillos de plástico, resulta inquietante el silencio cómplice ante intervenciones que alteran de por vida la biología de un menor.

Días después, en una entrevista, un periodista le preguntó si no le parecía “radical” su propuesta. Ella, sin titubear, respondió: “¿Le parece radical defender a los niños?”. La frase, simple y contundente, dio la vuelta en redes. Pero detrás de esa pregunta hay una preocupación muy real: ¿cómo es posible que, en nombre de la inclusión, se normalice una práctica médica irreversible en personas que aún no tienen capacidad para decidir sobre su propio cuerpo ni su futuro?

Lo que propone Juliana no es una cruzada ideológica, sino una medida de protección. En una época en la que se legisla hasta para regular el uso de pitillos de plástico, resulta inquietante el silencio cómplice ante intervenciones que alteran de por vida la biología de un menor. Ella lo sabe, y por eso insiste. “Hay que defender a los niños”

Pero su lucha no se limita a este frente. También ha comenzado a hablar abiertamente de lo que llama “cristianofobia”: ese rechazo sutil —y a veces no tan sutil— contra quienes viven su fe en público, en las escuelas, en los medios o en la política. Si se celebra cualquier identidad en el espacio público, ¿por qué se margina al cristiano que defiende la vida, la familia o la libertad de conciencia?

Juliana Alvarado no es perfecta, claro. Pero sí es una joven coherente que defiende nuestros principios. Y en un panorama político donde tantos cambian de discurso según el viento, esa coherencia se vuelve revolucionaria, esa es la paradójica pero poética síntesis del activismo conservador, que portamos en la sangre la esencia de lo revolucionario, lo que en otra columna he denominado “El efecto Pablo”.

Esta joven busca proteger lo que considera sagrado: los niños y la libertad de vivir según la conciencia.

En un país que tanto necesita líderes con principios y pies en la tierra, su candidatura llega en el momento justo y se suma a otras de diferentes partidos que defienden también los principios. No porque tenga todas las respuestas, sino porque se atreve a plantear las preguntas que otros evitan. Y, francamente, eso ya es mucho.

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