¡Jesús era comunista y de izquierda!

Jesús comunista
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En los últimos años ha circulado con insistente tenacidad una afirmación que pretende reconfigurar la identidad histórica y espiritual de Jesucristo: “Jesús era comunista y de izquierda”. Esta declaración, más propia de un eslogan político que de un análisis teológico riguroso, responde a una tendencia contemporánea de instrumentalizar la figura de Cristo para justificar ideologías modernas. Detrás de esta frase se halla, en buena medida, la influencia de la Teología de la Liberación, un movimiento teológico surgido en América Latina a mediados del siglo XX, que intentó reinterpretar el evangelio a la luz de las luchas sociales, económicas y políticas contra la opresión estructural.

La Teología de la Liberación floreció en un escenario marcado por la pobreza masiva, dictaduras militares y una desigualdad abismal en América Latina. En ese contexto, teólogos como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino y Juan Luis Segundo propusieron una lectura del evangelio desde los “ojos de los pobres”.

Inspirados en el análisis marxista de las estructuras de opresión —aunque no siempre adhiriendo al materialismo histórico—, afirmaban que la salvación no era solo espiritual, sino también “liberación” de todo aquello que deshumaniza: la explotación, la exclusión, la injusticia económica. Uno de sus lemas más célebres era que “la opción preferencial por los pobres” no era una sugerencia pastoral, sino el corazón mismo del evangelio. Para la Teología de la Liberación, Dios se revela históricamente en medio de la lucha contra la injusticia, y la Iglesia debe comprometerse activamente en esa lucha, incluso a riesgo de confrontar al poder político.

Si bien este movimiento fue predominantemente católico, tuvo resonancias en ciertos sectores del protestantismo latinoamericano, especialmente entre iglesias históricas y movimientos evangélicos progresistas. Figuras como Rubem Alves y José Míguez Bonino integraron reflexiones sobre justicia social en sus lecturas bíblicas, aunque manteniendo una crítica al marxismo y una fidelidad a la autoridad de las Escrituras.

No obstante, el protestantismo latinoamericano mayoritario —con su énfasis en la conversión personal, la santidad y la separación del mundo— se mostró escéptico o directamente opuesto a la Teología de la Liberación, viéndola como una secularización peligrosa del mensaje del evangelio.

El protestantismo latinoamericano mayoritario se mostró escéptico o directamente opuesto a la Teología de la Liberación. 

Decir que Jesús era “comunista” es, ante todo, un anacronismo ideológico. El comunismo, como doctrina política y económica, nace en el siglo XIX con Karl Marx y Friedrich Engels, es decir, más de 1800 años después de Cristo. Jesús no vivió en una sociedad capitalista industrial ni en un Estado moderno con estructuras de clase definidas como las que analiza el marxismo. Su mundo era el del Imperio Romano, una teocracia judía bajo ocupación imperial, regida por leyes religiosas y dinámicas tribales profundamente distintas.

Además, los postulados esenciales del comunismo —como la abolición de la propiedad privada, la dictadura del proletariado, la lucha de clases como motor de la historia y el ateísmo militante— son fundamentalmente incompatibles con el mensaje y la vida de Jesús. Cristo jamás promovió la violencia revolucionaria, ni rechazó la propiedad en sí misma, ni negó la existencia de Dios; por el contrario, Él se presentó como el Hijo de Dios, el Mesías prometido.

Más aún: cuando el joven rico le pide consejo, Jesús le dice que venda sus bienes y dé el dinero a los pobres como un acto de amor y renuncia personal, no como una política estatal coercitiva. Este es un llamado a la generosidad radical, no a la planificación centralizada. La comunidad de bienes descrita en Hechos 2 y 4 fue voluntaria, no impuesta, y surgió de una fe compartida, no de una ideología socioeconómica.

Recuerdo con claridad mi ingreso a la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Allí encontré a muchos compañeros que decían creer en Jesús, pero no en mi Jesús, el Señor y Salvador de las Escrituras. Su versión era la de un hippie de mochila que cargaba el manifiesto comunista de Karl Marx en lugar de las Sagradas Escrituras. Para ellos, Jesús era bienvenido en el aula siempre y cuando aceptara sus ideologías, siempre y cuando se convirtiera en un símbolo útil para sus luchas políticas y no en el Verbo encarnado que juzgará a vivos y muertos. Era un Jesús domesticado, despojado de su autoridad divina, reducido a un agitador social. Absurdo.

El cristianismo y el comunismo difieren sustancialmente en su visión del ser humano: el primero lo ve como imagen de Dios, con dignidad intrínseca y caído en pecado; el segundo lo reduce a una categoría económica determinada por su posición de clase. La fuente de autoridad en el cristianismo proviene de Dios revelado en Cristo y las Escrituras; en el comunismo, del análisis materialista de la historia y la voluntad revolucionaria.

Decir que Jesús era “comunista” es, ante todo, un anacronismo ideológico.

El evangelio transforma desde dentro, a través del arrepentimiento y del Espíritu Santo; el comunismo busca transformar desde fuera, mediante la reestructuración forzada del sistema económico. Y mientras el cristianismo reconoce al Estado como institución divina con límites morales, el comunismo lo convierte en instrumento totalitario hasta su disolución utópica.

La música, por su parte, es una herramienta poderosa para transmitir verdades profundas, y en este debate no podía faltar una voz que lo expresara con creatividad y fidelidad bíblica. Les invito a escuchar la canción “Más que un hippie” de la banda de ska cristiano chilena Banda Liberación. En ella, con ritmo, claridad y unción, se desmonta con gracia la caricatura de un Jesús reducido a un símbolo de protesta cultural, para redirigir la mirada hacia su verdadera identidad: el Rey de reyes, el Redentor del mundo, mucho más que un hippie, mucho más que un ideólogo.

Categorizar a Jesús como “de izquierda” o “de derecha” es una reducción ideológica que traiciona la trascendencia del Reino de Dios. Jesús no fundó un partido, sino una Iglesia; no propuso una plataforma electoral, sino una nueva creación.

En futuras columnas exploraremos la otra cara del espejo: aquellos que presentan a Cristo como “de derecha”, y analizaremos cuál corriente política contemporánea —si alguna— se acerca más a la cosmovisión bíblica integral que abraza justicia, verdad, misericordia, vida, familia, libertad y responsabilidad. Por ahora, baste decir: Jesús no pertenece a ninguna ideología. Toda ideología debe rendirse ante Él.

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