
¿Hemos superado realmente los fantasmas del pasado? Las venas abiertas de América Latina", obra de culto de la izquierda latinoamericana, propone un análisis introspectivo de las principales problemáticas de una parte del continente profundamente afectada por el saqueo histórico, la desigualdad estructural y los conflictos ideológicos. Escrito por Eduardo Galeano ha sido manual de muchos para leer el dolor de nuestra región.
A lo largo de nuestra historia, han surgido múltiples ejemplos que aluden a diferentes generaciones. Las dictaduras militares, por ejemplo, creyeron encontrar en la rigidez del poder y el control de las masas una solución mágica a problemas complejos.
El populismo, por su parte, se convirtió en la máxima manifestación de nuestra natural capacidad para la demagogia: caudillos que apelaban al “pueblo”, una figura fácil de invocar pero difícil de identificar más allá de quienes son instrumentalizados políticamente a partir de sus carencias. Y no podemos olvidar los horrores de los múltiples conflictos armados donde guerrillas marxistas, paramilitares y Estados nacionales se enfrentaron en un ciclo de violencia que marcó a fuego la memoria colectiva.
Aunque muchos esperábamos dejar atrás estos capítulos con el cambio de siglo, América Latina entró en lo que se llamó la “ola democrática”: un cambio de escenario, sí, pero no necesariamente de sustancia.
Los fusiles fueron dejados de lado y reemplazados por atriles políticos, pero la pugna por el poder persistió, ahora disfrazada de debates institucionales y campañas electorales. Gobiernos de izquierda y derecha se sucedieron sin lograr resolver las heridas profundas del continente. En medio de una polarización maquillada, seguimos postergando soluciones reales.
Hoy, ante las desigualdades lacerantes, la corrupción rampante y sistemas de opresión que mutan pero no desaparecen, se hace eco una vieja convicción: la necesidad de cambio. El anhelo de revolución parece ser una constante en los corazones del pueblo; un deseo cuya raíz nace de la inestabilidad, de promesas incumplidas y de estructuras que prometen transformación pero terminan reproduciendo injusticia y oportunismo.
Pero si hay algo que debemos preguntarnos es: ¿qué es lo verdaderamente revolucionario? No se trata tanto de definir quiénes son los sujetos de la revolución —hay muchas revoluciones posibles: comunistas, libertarias, progresistas—, sino de entender cuál es la esencia de lo revolucionario. Gramsci diría que la verdad siempre es revolucionaria. Y si el cristianismo es la verdad absoluta en tiempos de relativismo, entonces somos una comunidad intrínsecamente revolucionaria.
Un revolucionario es alguien que cuestiona, reforma y construye. Es quien no teme enfrentarse a lo establecido, incluso cuando eso le exige un costo personal. Pero aquí surge un concepto que puede ayudarnos a pensar esta transformación desde otra perspectiva: el "Efecto Pablo".
Este fenómeno describe cómo una persona que ha sido parte activa, incluso líder, del sistema opresor o ideológicamente contrario, puede experimentar una conversión profunda y convertirse en uno de los agentes más poderosos de cambio.
Tomando como referencia a Pablo de Tarso —segundo fundador del cristianismo después de Cristo—, vemos cómo un perseguidor de cristianos se transformó en uno de los máximos difusores del Evangelio. Saulo, antes de su encuentro con Jesús, perseguía y asesinaba a los primeros seguidores de Cristo. Luego de ese encuentro, su vida cambió radicalmente. Ese es el primer elemento de la verdadera revolución: una transformación interna que da lugar a un nuevo hacer.
Diosdado Cabello, segundo al mando de la dictadura venezolana afirmaba en su momento que la “brisa bolivariana se convertiría en un huracán en américa latina” y aun seguimos esperando tal fenómeno “natural”. Lo que sí es un hecho es que nos enfrentamos a épocas del efecto Pablo, los suscritos; Sara y Sebastián, somos un ejemplo de ello, pasamos de ser el sujeto de la revolución a ser objeto de la misma, aplicando así aquella estrategia cristiana de priorizar el ser para lograr un buen hacer.
Que el efecto Pablo recorra la filas de la militancia de tantos movimientos que están llenos de personas valiosas cuyos corazones arden por una necesaria revolución, pero nuestra diferencia está en las formas, no los odiamos porque ya estuvimos ahí, en realidad y si alguno de ustedes lee esto, los queremos aquí para hacer revolución, para hacer historia, para trastornar al mundo, porque el efecto Pablo no será un huracán, será el aire que respire América Latina con nuestro osado y a veces obstinado activismo.
La revolución verdadera, entonces, no es solo política ni ideológica, sino integral: comienza desde dentro hacia fuera. A diferencia de las revoluciones seculares que conciben el cambio como derrocamiento de poderes, lucha armada o imposición de nuevas estructuras sociales, la revolución cristiana propone una metamorfosis del ser, un giro ético que impacta en el mundo desde la identidad.
En este sentido, la promesa de un futuro perfecto sigue siendo una de las mayores falacias de nuestro tiempo. La historia de Latinoamérica está plagada de utopías que, nacidas de profundas desigualdades económicas y sociales, han deconstruido el significado original de la palabra revolución. Hoy más que nunca, necesitamos recuperar el concepto de lo revolucionario, no como una herramienta de dominación ideológica, sino como un compromiso con la verdad, la justicia y la transformación integral del ser humano.
Porque al final, la verdadera revolución no es política, sino personal. Y tal vez, solo tal vez, sea precisamente en esos cambios íntimos donde resida la semilla del cambio social genuino.
Juan Sebastián Cortes, es licenciado en educación y ciencias religiosas con estudios en Ciencia Política y cosmovisión. Actualmente se desempeña como Maestro de Educación religiosa y ética valores en Bogotá Colombia, liderando una transformación educativa desde la apologética y la batalla cultural. Activista en defensa de la vida, la familia y la libertad. Escritor de verdad en tiempos de relativismo.
Sara Milena Villa Parra, es comunicadora social con experiencia en redacción, locución y producción de contenido digital y audiovisual. Es escritora de artículos y columnas de opinión para Llano Adentro y El Morichal, donde aborda temas sociales y culturales desde una perspectiva crítica y humana. Se ha desempeñado como locutora y guionista en Capibara Stereo 107.7 FM y actualmente es directora creativa de contenido audiovisual para documentales independientes. Su trabajo combina formación académica con vocación de servicio, promoviendo valores éticos y comunitarios. Con sensibilidad social y visión cristocéntrica. Comprometida en comunicar con propósito.