La derecha conservadora anuncia un nuevo amanecer

Bandera de Chile
SANTIAGO, CHILE - 14 DE DICIEMBRE: Los seguidores del candidato presidencial José Antonio Kast, del partido Republicano, celebran durante las elecciones presidenciales de 2025, el 14 de diciembre de 2025, en Santiago, Chile. Jeannette Jara, de la coalición Unidad por Chile, y Antonio Kast, del partido Republicano, lideraron la primera vuelta de las elecciones. Las encuestas sitúan al candidato Kast como el favorito. Foto de Claudio Santana/Getty Images

América Latina presencia un hito histórico. José Antonio Kast, líder del Partido Republicano y abanderado de la derecha más conservadora del continente, se proclamó nuevo presidente electo de Chile con una ventaja contundente de 17 puntos porcentuales sobre su rival, la comunista Jeannette Jara, en una segunda vuelta marcada por el clamor ciudadano por seguridad, orden, soberanía nacional y defensa de la vida.

Kast, hijo de un inmigrante alemán y con una trayectoria política marcada por la coherencia ideológica, ha logrado lo que parecía imposible hace pocos años: darle rostro institucional a una derecha no solo económica, sino moral, cultural y confesional. Su plataforma —claramente pro vida, anti ideología de género, a favor de la familia tradicional y de un Estado que no imponga agendas seculares— resonó con millones de chilenos cansados de la inseguridad, la migración desbordada y la erosión de los fundamentos éticos de la sociedad.

Y no es casualidad que su victoria coincida con el creciente descontento frente a gobiernos progresistas que, en nombre de la “inclusión”, han normalizado el caos y marginado a quienes defienden los valores judeocristianos. Kast no es solo un político de derecha: es un símbolo de resistencia cultural. Durante su campaña, fue claro en su rechazo al aborto en todas sus causales, al matrimonio igualitario y a la educación sexual ideologizada en las escuelas. Prometió, además, proteger la libertad de conciencia de médicos, educadores y pastores frente a leyes coercitivas impuestas por minorías activistas.

Esta victoria no es solo de Chile. Es una señal clara: América Latina está en plena reconfiguración ideológica.

¿Quién lo respaldó? Amplios sectores del mundo evangélico y católico tradicional. En regiones como La Araucanía, el Maule y zonas rurales del sur, iglesias pentecostales y comunidades católicas movilizaron a sus fieles en masa. Pastores predicaron desde los púlpitos la importancia de votar “por los valores que Dios ha establecido”, y miles de mujeres pro vida, jóvenes universitarios y familias cristianas vieron en Kast la posibilidad real de frenar la marea cultural que ha desplazado lo sagrado del espacio público.

Esta victoria no es solo de Chile. Es una señal clara: América Latina está en plena reconfiguración ideológica. Tras Argentina, Uruguay, Ecuador y ahora Chile, el péndulo se inclina hacia líderes que defienden la identidad nacional, la seguridad ciudadana y los principios morales arraigados en la fe. Y el próximo frente será Colombia.

En Colombia la ciudadanía empieza a despertar del letargo ideológico. Las promesas incumplidas del gobierno actual, la crisis de seguridad, la ineficacia en la lucha contra la pobreza y la creciente percepción de que la izquierda —representada por figuras como Iván Cepeda, defensor de agendas que contradicen frontalmente los principios cristianos— ha priorizado la ideología sobre el bien común, están generando un rechazo creciente. La derecha colombiana, si logra articular una propuesta coherente, ética y con alma, podría capitalizar este viraje continental.

La derecha colombiana, si logra articular una propuesta coherente, ética y con alma, podría capitalizar este viraje continental.

La victoria de Kast no es solo política; es profundamente espiritual. Demuestra que, incluso en sociedades secularizadas, el clamor por la verdad, la vida y la familia sigue latiendo en el corazón de millones. Y que, cuando los cristianos se organizan, se informan y actúan con valentía, la batalla cultural no está perdida.

Que Chile sea el comienzo. Que Colombia sea la confirmación. Y que Dios, en su misericordia, siga levantando hombres y mujeres dispuestos a gobernar con justicia, temor a Él y amor por su pueblo. Estamos recuperando a Latinoamérica. La batalla no está perdida.

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