Como Jesús no es de izquierda ¡entonces es de derecha!

Jesús
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En los últimos años, ha crecido una tendencia entre ciertos círculos cristianos —especialmente en América Latina y los Estados Unidos— de afirmar, con tono triunfalista, que “Jesús se acerca más a la derecha”. Lo dicen con la misma convicción con la que otros sostienen, desde flancos opuestos, que Jesús era “de izquierda”, como si el Señor de la historia hubiera militado en alguna facción política moderna. Pero ambas afirmaciones, por bien intencionadas que puedan parecer, caen en un grave error histórico y teológico: el anacronismo.

La categorización política en términos de “derecha” e “izquierda” surge en el contexto de la Revolución Francesa, casi dos mil años después de la vida, muerte y resurrección de Cristo. Pretender etiquetar a Jesús con rótulos ideológicos contemporáneos no solo es intelectualmente deshonesto, sino que también reduce su mensaje trascendente a una agenda terrenal y pasajera.

Sin embargo, sería ingenuo negar que algunos principios que hoy identificamos con la “derecha” guardan una innegable afinidad con la cosmovisión bíblica. No porque Jesús pertenezca a esa ideología, sino porque la fe cristiana ha sido, a lo largo de la historia, fuente de inspiración para muchas de las ideas que la derecha —en su expresión más coherente— ha defendido.

Tomemos, por ejemplo, la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. La derecha provida ha levantado una bandera que no es ideológica, sino profundamente antropológica y ética: toda vida humana posee dignidad intrínseca porque ha sido creada a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27). Esto no es conservadurismo político, sino fidelidad al valor sagrado de la persona.

Pretender etiquetar a Jesús con rótulos ideológicos contemporáneos no solo es intelectualmente deshonesto, sino que también reduce su mensaje trascendente a una agenda terrenal y pasajera.

Asimismo, la familia tradicional —entendida como la unión entre un hombre y una mujer, abierta a la vida y al cuidado de los hijos— ha sido defendida por la derecha como núcleo fundamental de la sociedad. Esta visión no es una imposición cultural, sino una realidad que emerge del diseño mismo de la creación (Génesis 2:24). Jesús, al reafirmar el matrimonio como institución divina (Mateo 19:4-6), anticipó una defensa que hoy algunos califican de “anticuada”, pero que en realidad es eterna.

También en la defensa de la libertad religiosa, de conciencia y de expresión, principios que muchas corrientes de la derecha han sostenido con firmeza, encontramos raíces evangélicas: “La verdad os hará libres” (Juan 8:32). Y en el respeto por la propiedad privada, aunque equilibrado con la obligación moral de la solidaridad y la justicia, hallamos un eco del mandamiento “No robarás” (Éxodo 20:15), que no solo prohíbe el hurto, sino que reconoce el derecho legítimo a poseer lo ganado con el trabajo honesto.

Históricamente, la derecha —particularmente en sus vertientes cristianas y conservadoras— ha mantenido una relación cercana con la fe. Desde los movimientos sociales católicos del siglo XIX, hasta las luchas contemporáneas por la libertad educativa y la objeción de conciencia, muchos de sus postulados han estado impregnados de valores judeocristianos. Pero eso no convierte al Evangelio en un programa de partido, ni a la derecha en el “brazo político de Dios”.

Somos ciudadanos del Reino celestial, sí, pero también peregrinos en este mundo.

Somos ciudadanos del Reino celestial, sí, pero también peregrinos en este mundo. Y como tales, tenemos la responsabilidad ética de formarnos en pensamiento político, de discernir con sabiduría, y de actuar con integridad. Pablo nos exhorta: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). No se trata de adoptar ideologías, sino de iluminarlas con la verdad revelada.

Jesús no es de derecha. Jesús es Señor.  Pero Su Palabra, Su vida y Su Reino desafían toda ideología —incluida la derecha— a someterse a la justicia, la misericordia y la humildad que Él mismo encarnó (Miqueas 6:8). 

Que los cristianos no busquemos etiquetar a Cristo, sino imitarlo. 

Y que, en medio del caos político, seamos luz no por alinearnos con una bandera, sino por proclamar a Aquel que está por encima de todas las banderas.

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