Tsunami en la política cristiana en Colombia: La MCI Lanza a Sara Castellanos y Carol Borda al Congreso

Sara Castellanos
Sara Castellanos Semana

En medio de un escenario político colombiano marcado por la desconfianza hacia la política —y especialmente hacia la política evangélica, tras el colapso ético y organizacional de Colombia Justa Libres—, la Misión Carismática Internacional (MCI) levanta un tsunami político con esta noticia: lanza oficialmente a Sara Castellanos al Senado y a Carol Borda a la Cámara de Representantes, ambas bajo las banderas del Partido Salvación Nacional, legado ideológico del líder conservador asesinado Álvaro Gómez Hurtado.

Esta decisión no es menor. En un momento en que los principios cristianos están bajo ataque constante —inclusive con actos de vandalismo recientes contra las instalaciones de la MCI—, la iglesia no solo responde con oración, sino con acción política estratégica y testimonial. Y lo hace, paradójicamente, enviando a dos mujeres jóvenes, preparadas y firmes en su fe, justo cuando el feminismo radical critica al cristianismo por supuestamente "oprimir" a la mujer. ¿Qué dirán ahora sus críticos?

Sara Castellanos, pastora de la MCI. Es Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales por la Universidad de Regent en Virginia, Estados Unidos y actualmente cursa una maestría en Administración Pública en la Universidad Liberty, también en EE.UU. Esta formación académica rigurosa complementa su trayectoria política: fue concejal de Bogotá, cargo al que renunció tras dos años para aspirar al Senado en 2022 —una campaña valiente, aunque no coronada con éxito. Hoy regresa con una convicción inquebrantable: llevar una agenda centrada en la vida, la familia y la libertad desde una perspectiva bíblica y técnicamente fundamentada.

Por su parte, Carol Borda es miembro de la Misión Carismática Internacional, más específicamente del Ministerio del pastor holandés Joshua Boer y su esposa Michelle. Carol es politóloga de la Universidad Nacional y magíster en Políticas Públicas— y representa una transformación ideológica que recorre las calles de américa latina en silencio. En su juventud, fue activista estudiantil de izquierda, representante ante el Consejo Superior Universitario y simpatizante del feminismo. Pero, como tantos otros, experimentó lo que algunos llaman “el efecto Pablo”: un giro radical hacia la defensa de la vida, la dignidad humana y la verdad revelada. Hoy es reconocida como una de las fundadoras de NAZER Colombia, la organización pro vida más influyente del país, y también cofundadora del proyecto Empoderadas, que desde lo digital confrontó con argumentos robustos la narrativa feminista hegemónica.

Es importante destacar que Carol recientemente renunció a la representación legal de NAZER, dejando la batuta en manos de la teóloga y activista Sara Parada y un robusto equipo interdisciplinar integrado por la pastora Sandra Flores, Las psicólogas Cindy Henao e Ingrid Duran, Las abogadas Katerin Romero y Daniela Zabala, la Ingeniera e influencer Wendy Peña y la comunicadora social y exlíder feminista Sara Villa. El estudio de estos perfiles explica porque NAZER ocupa su posición actual en el activismo pro vida Colombiano.

Ahora, la MCI ha sido criticada, sí —pero también ha sido una de las pocas instituciones religiosas que hace, mientras otros solo hablan. Como reza un viejo dicho: “los que más critican son los que menos hacen”.

En este contexto, la candidatura de Sara y Carol no responde a una lógica de poder, sino de servicio, testimonio y fidelidad. Son mujeres con familias estables, con formación académica rigurosa y con experiencia real en los niveles de gobierno. Más que candidatas, son voceras de una generación que no quiere repetir los errores del pasado, que siente dolor por el estado en el que el emperador Gustavo Petro tiene al país, ellas buscan una política con alma (nada que ver con la vergonzosa coalición armada por Colombia Justa Libres).

Esta elección es una oportunidad dorada para la iglesia en Colombia. No se trata de dar un voto de confianza ciega a cualquier nombre evangélico, sino de respaldar a quienes, con integridad y claridad ideológica, defienden principios no negociables: la vida desde la concepción, la familia como núcleo social, la libertad como regalo de Dios y bien civil.

Que el feminismo radical lo sepa: las verdaderas mujeres empoderadas no necesitan destruir la fe para afirmar su dignidad. Por el contrario, la encuentran en Cristo, en la comunidad y en la acción transformadora. Hoy, Sara Castellanos y Carol Borda no solo buscan un curul: buscan cambiar el corazón de Colombia. Y eso, en tiempos de cinismo y vacío moral, es una promesa que merece ser escuchada —y votada.

Con Dios delante y el alma enarbolada como bandera de vida, madres valientes caminan sin titubear: enemigas de la muerte disfrazada de derechos, amigas entrañables de cada latido que el mundo quiere silenciar. Mujeres como Sara Castellanos y Carol Borda no buscan el aplauso de las élites, ni se arrodillan ante ídolos de cartón que confunden libertad con destrucción. Ellas están empoderadas —no por fondos oscuros ni consignas vacías—, sino por la verdad que nace de lo alto, por un amor que acoge, defiende y entrega. Sin una gota de miedo, alzan la voz, porque su fuerza no es de este mundo: es de Aquel que da vida en abundancia. Ellas no solo sueñan con un país mejor; lo gestan, una decisión valiente a la vez.

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