
Según un extenso perfil de país elaborado por el Berkeley Center for Religion, Peace and World Affairs, (el Centro Berkeley para la Religión, la Paz y los Asuntos Mundiales) El Salvador atraviesa una transformación donde el vibrante sector religioso no solo es influenciado por la política de seguridad, sino que ayuda a darle forma.
El informe, autoría de Stephen Offutt, destaca que en una sociedad que actualmente prioriza el orden, las instituciones religiosas —tanto católicas como evangélicas— juegan un papel fundamental al proveer legitimidad a los actores políticos y enmarcar los debates sobre quién debe proveer seguridad a la ciudadanía.
El panorama demográfico religioso ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Aunque el catolicismo mantiene una fuerte presencia cultural y en las clases altas (42%), el movimiento evangélico ha crecido exponencialmente, representando ahora el 36% de la población, con una presencia dominante en las comunidades más vulnerables y estratos medios.
El reporte subraya la compleja relación entre la fe y el gobierno del presidente Nayib Bukele. A pesar de que Bukele proviene de una familia de ascendencia palestina con diversidad religiosa, ha sabido conectar con la base cristiana del país.
"Bukele también cultiva su apoyo utilizando un lenguaje religioso para explicar sus políticas. Se refiere a las pandillas como 'satánicas' y describe la liberación de las comunidades del control de las pandillas como un 'milagro'", señala el texto, evidenciando cómo la narrativa espiritual permea la política de "Mano Dura".
Históricamente, las iglesias evangélicas han servido como refugio en tiempos de crisis. Antes del actual régimen de excepción, que ha resultado en cerca de 80.000 arrestos, las congregaciones ofrecían la única vía de escape válida para los miembros de pandillas.
El informe destaca este fenómeno con una revelación impactante: "Muchos pandilleros tenían una 'excepción de la regla de la morgue', lo que significaba que los miembros solo podían dejar la pandilla vivos si tenían una conversión auténtica y se unían a una iglesia evangélica". Este respeto por la conversión genuina subraya el poder redentor que la sociedad salvadoreña, incluso en sus estratos criminales, otorga al Evangelio.
En la actualidad, con el desmantelamiento de las estructuras criminales en las calles, la dinámica ministerial se ha trasladado a las prisiones. Aunque el acceso es limitado bajo el estado de excepción, el informe indica que el liderazgo religioso será crucial para la futura reintegración de los privados de libertad y la sanidad social.
Las iglesias, siendo de las instituciones con mayor confianza pública, están posicionadas para liderar procesos de justicia restaurativa y apoyo a las familias afectadas, reafirmando que la fe sigue siendo el tejido conectivo vital de El Salvador.





