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Imaginemos por un momento que el apóstol Pablo estuvo presente en los Juegos Olímpicos de la antigüedad en Grecia. Este evento, que congregaba a los mejores atletas de la época, no solo era una competencia deportiva, sino también un espacio de encuentro cultural y religioso.
Los Juegos Olímpicos fueron un evento deportivo que se celebraba cada cuatro años en Olimpia, Grecia, desde el 776 a.C. hasta el 393 dC. El nombre del evento proviene del lugar donde se celebraba, la villa griega de Olimpia, que era el hogar del santuario más importante del dios Zeus. Los Juegos Olímpicos eran una celebración en honor a los dioses del Panteón Olímpico y reunían a luchadores griegos en diversas competencias.
¿Cómo habría reaccionado Pablo ante tal escenario? ¿Qué enseñanzas podría haber extraído de esta experiencia para su ministerio?
Pablo en Atenas
Sabemos por el libro de los Hechos que Pablo estuvo en Atenas, Grecia, una ciudad llena de ídolos y filosofías diversas. En Hechos 17:16-34, se nos relata cómo Pablo, profundamente perturbado por la idolatría que veía, decidió predicar en el Areópago, un lugar donde se discutían nuevas ideas y filosofías. Allí, Pablo aprovechó la oportunidad para hablar del "Dios desconocido" y presentar el mensaje del Evangelio a los atenienses.
Cuentan los Hechos que Pablo empleó tiempo conociendo la ciudad, visitando la sinagoga y disputando con los filósofos, especialmente estoicos y epicúreos, cuyas escuelas se encontraban especialmente activas. No olvidemos que Pablo, si bien de padres judíos y ciudadano romano, poseía asimismo una vasta cultura griega que seguramente adquirió cuando fue enviado a estudiar junto al rabino Gamaliel. Conocía bien a los filósofos y poetas griegos y dominaba la lengua a la perfección, como lo muestran sus cartas.
Los Juegos Olímpicos y la Metáfora del Atleta
En su primera carta a los Corintios, Pablo utiliza la metáfora del atleta para ilustrar la vida cristiana. En 1 Corintios 9:24-27, Pablo escribe: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible".
Esta no es la única vez en que Pablo menciona el atletismo. De manera particular, también nos dice lo siguiente en 2 Timoteo 4:6-8: “Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”.
Como el arqueólogo Oscar Broneer escribió: “Las palabras en griego tienen un sabor más claramente deportivo. Para demonstrar esto el pasaje podría traducirse: ‘He competido en los buenos juegos atléticos; He acabado la carrera a pie, he guardado la promesa (es decir, al competir con honestidad, con referencia al juramento deportivo). Lo que queda es para mí recibir la corona de justicia, la cual ha sido apartada para mí; que será otorgada a mí por el Señor, el árbitro justo, en aquel día’ (una alusión al último día de los juegos cuando, presumiblemente, los premios eran entregados a los ganadores)”.
Si Pablo hubiera estado presente en los Juegos Olímpicos, es probable que hubiera utilizado las competencias como una analogía poderosa para su predicación. Los atletas, con su disciplina, esfuerzo y dedicación, representan un ejemplo claro de cómo los cristianos deben vivir su fe. Así como los atletas se esfuerzan por una corona perecedera, los creyentes deben esforzarse por una corona incorruptible.
Pablo habría observado a los corredores en el estadio, esforzándose al máximo para alcanzar la meta, y habría visto en ellos una imagen de la perseverancia y la dedicación necesarias en la vida cristiana. Habría recordado a los creyentes que, al igual que los atletas, deben disciplinarse y mantenerse enfocados en su objetivo final: la vida eterna con Cristo.
La presencia hipotética de Pablo en los Juegos Olímpicos de la antigüedad nos ofrece una rica fuente de reflexión sobre la vida cristiana. Nos recuerda la importancia de la disciplina, la perseverancia y el enfoque en nuestra carrera espiritual. Así como los atletas se esfuerzan por un premio temporal, nosotros debemos esforzarnos por el premio eterno que Dios nos ha prometido.