¿Un “Pastor Presidente”? Más allá del rumor, una reflexión de fondo para la iglesia

Dante Gebel Presidente
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En los últimos días, el nombre de Dante Gebel ha vuelto a circular —no en los púlpitos, sino en los pasillos del poder— como posible candidato a la presidencia de Argentina en 2027. El rumor, según informo Diario Cristiano Internacional, no nace de su entorno pastoral, ni de una revelación divina, sino de Juan Pablo Brey, un dirigente sindical del peronismo y secretario de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte. Brey, según sus propias palabras, cree que Gebel “hace peronismo sin decirlo”. Y esa frase, en apariencia casual, debería ponernos en alerta.

¿Por qué? Porque más importante que el rey son sus consejeros. No basta con que un hombre tenga carisma, fe o millones de seguidores. Lo decisivo es a quién escucha. Y si quien lo impulsa proviene de una tradición política que, en sus expresiones más recientes, ha promovido leyes contrarias a la vida, a la familia natural, a la libertad religiosa y a la educación en valores —como reconoce claramente el pastor Gerardo Oberman en la columna citada en Diario Cristiano — entonces no estamos ante una alianza providencial, sino ante un riesgo espiritual y político grave.

No basta con que un hombre tenga carisma, fe o millones de seguidores. Lo decisivo es a quién escucha.

El artículo de Diario Cristiano revela algo aún más profundo: no existe una “unidad evangélica” en torno a la política. Lejos de ello, el mundo cristiano argentino —como el latinoamericano en general— está fracturado. Hay pastores como Walter Serantes, que rechazan tajantemente cualquier inmersión en la política, citando que “el reino de Dios no es de este mundo”. Otros, como Daniel Rojas, defienden la participación de cristianos en la esfera pública, pero advierten: “no confundamos carisma con capacidad de gestión”. Y están también aquellos, como Pablo Repetto, que ven con esperanza la irrupción de un outsider, siempre que sepa “armar un equipo, escuchar y no cerrarse como este gobierno”.

Este panorama no es casual. Es el espejo de una iglesia que aún no ha resuelto su relación con el poder. Porque sí, hay cristianos nacidos de nuevo en la izquierda y en la derecha. Algunos creen que la justicia social exige redistribución estatal; otros, que la libertad económica es el camino para dignificar al pobre. Pero más allá de estas posturas ideológicas, la Biblia sí establece principios claros sobre gobierno: justicia imparcial (Deuteronomio 16:18–20), defensa del huérfano y la viuda (Isaías 1:17), rechazo a la corrupción (Éxodo 23:8), respeto a la vida (Salmo 139:13–16), y protección de la familia como núcleo social (Proverbios 22:6).

Y aquí está el punto: muchos de los proyectos políticos impulsados hoy —tanto desde la izquierda como desde la derecha— están lejos de esos cimientos.

Porque si Dante Gebel —o cualquier otro líder evangélico— aspira a gobernar, no puede hacerlo solo con el respaldo de una fracción política, como el peronismo de Brey. Eso no sería un testimonio de fe, sino una captura ideológica disfrazada de “misión nacional”. Como bien señala Oberman, hay movimientos financiados internacionalmente que buscan instrumentalizar pastores para legitimar agendas excluyentes, autoritarias o moralmente ambiguas. No podemos caer en esa trampa.

Además, no olvidemos: un presidente cristiano no salva naciones. Solo Cristo transforma corazones. Por eso, si vamos a enviar hombres al gobierno, no basta con ungirlos; hay que formarlos. La iglesia —no los partidos— tiene la responsabilidad de preparar cristianos con carácter, visión, competencia técnica y fidelidad a la Palabra. No se trata de reaccionar ante un vacío, sino de sembrar con paciencia. Como bien apunta Luciano Bongarrá, quizás 2027 no sea el tiempo para Gebel… pero 2031, sí, si se prepara con integridad.

No olvidemos: un presidente cristiano no salva naciones. Solo Cristo transforma corazones.

En lo personal, considero innecesaria su candidatura en este momento. Podría, con el asesoramiento correcto, armar una propuesta coherente, usar su carisma y su capacidad comunicativa, y hasta lograr resultados sorprendentes. Pero no por ser posible es aconsejable. Y hasta donde sabemos, no ha habido una confirmación de su llamado, ni una estrategia sólida, ni una base teológica clara que oriente su eventual gobierno.

La verdadera necesidad no es un “Pastor Presidente”. 

La verdadera necesidad es una iglesia que: 

— entienda que el mandato cultural incluye la esfera pública, 

— forme a sus miembros no solo para orar, sino para gobernar con sabiduría, 

— reconozca que la política no es un campo de batalla para imponer el Reino, sino un terreno de siembra donde se ejerce la justicia terrenal, 

— y, sobre todo, que no caiga en la tentación de creer que el poder secular resolverá lo que solo el Evangelio puede sanar.

Dante Gebel no necesita ser presidente para ser fiel. Y la iglesia no necesita un presidente evangélico para ser relevante.

Dante Gebel no necesita ser presidente para ser fiel. Y la iglesia no necesita un presidente evangélico para ser relevante.  Lo que sí necesita es discernimiento, visión a largo plazo y fidelidad a la Palabra, incluso cuando el mundo pida ídolos mediáticos.

Porque al final del día, como dice Jeremías 15:20: “Haré que seas para este pueblo como un muro de bronce invencible… porque yo estoy contigo para salvarte”. 

No por ocupar un cargo, sino por mantenerse firme en la verdad. 

Ese es el verdadero reto. 

Y ese es el verdadero legado que vale la pena construir.

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