El estado de Oklahoma ha entrado en el debate emergente sobre el papel que la Biblia en particular y la religión en general deberían desempeñar en las escuelas públicas del país. Ryan Walters, superintendente de educación del estado, ha emitido una directiva que exige que todas las escuelas públicas “incluyan” la Biblia en los planes de estudio. Walters resumió su directiva:
“Hemos emitido esto... para que tengamos estándares, que están vigentes... para que nuestros maestros enseñen el papel que desempeña la religión en el aula. ...No hablan en sus aulas del papel que jugó la Biblia en la historia de Estados Unidos”.
Por lo tanto, ofreceremos orientación adicional a los distritos que tendrán que cumplir, lo que es garantizar la enseñanza de... el papel que jugó la Biblia en la historia estadounidense, que se remonta a antes de la Constitución, ya sea el Pacto Mayflower, los peregrinos, hasta Martin Luther King Jr. y el movimiento de derechos civiles, cuándo él citaba repetidamente la Biblia por lo que estaba tratando de hacer allí”.
La directiva de Walters también exige una Biblia física en cada aula. Sus oponentes aprovecharon este lenguaje. Rachel Laser, presidente y directora ejecutiva de Estadounidenses Unidos por la Separación de la Iglesia y el Estado, afirmó:
“Se trata de reivindicar el mito nacionalista cristiano de que Estados Unidos es un país cristiano. Y esto también tiene que ver con predicar, no enseñar, porque cuando Ryan Walters anunció la política, dejó en claro que exigía que los maestros tuvieran la Biblia en cada salón de clases y –cito— 'para que enseñen a partir de ella'. Eso no es educación. Eso es adoctrinamiento y es inconstitucional”.
Así pues, las líneas están claramente trazadas. Al esfuerzo de Oklahoma por introducir más información sobre el papel de la Biblia en la historia estadounidense se oponen aquellos que realmente quieren que las escuelas públicas estadounidenses sean “zonas libres de religión”, que pretenden que la sociedad estadounidense no ha sido ni es significativamente religiosa.
Como señalé en mi artículo de la semana pasada en The Christian Post: “Making Sense of New Louisiana Ten Commandments Law: Display vs. Recitation”, esta profunda división y hostilidad se remonta a las decisiones de 1962 y 1963 de la Corte Suprema de los Estados Unidos con relación a oficializar la oración y la lectura de la Biblia en las escuelas públicas y la reacción negativa que provocaron. Como advirtió el juez asociado Arthur Goldberg en su opinión sobre el cado Abington versus Schempp (1963):
“La devoción no instruida al concepto de neutralidad puede conducir a... la aprobación de resultados que participan no simplemente de esa no interferencia y no participación con lo religioso que ordena la Constitución, sino de una devoción inquietante y generalizada a lo secular, y una devoción pasiva u hostilidad incluso activa hacia lo religioso. Estos resultados no sólo no son promovidos por la Constitución, sino que me parece que ella sí los prohíbe”.
Desafortunadamente, la premonición del juez Goldberg se convirtió en realidad en grandes segmentos del sistema educativo estadounidense.
En los 60 años transcurridos desde la advertencia del juez Goldberg, los estadounidenses han respondido de maneras muy divergentes. Estados Unidos es una sociedad pluralista y este pluralismo ciertamente se manifiesta en la cuestión de cuánta religión debería exhibirse en las escuelas públicas de Estados Unidos.
Un estudio realizado el año pasado por la Universidad de Chicago ilustra la falta de puntos en común sobre la cuestión del lugar apropiado de la religión en las escuelas públicas del país. Cuando se encuestó al público estadounidense se encontró que el 37% sentía que no había suficiente religión en las escuelas, el 31% pensaba que había demasiada religión y el 31% sentía que había una cantidad adecuada de religión en las aulas, según The New York Times.
Por supuesto, estos resultados fueron un análisis a nivel “nacional”, no estado por estado o regional. Cualquiera que esté familiarizado con la sociedad estadounidense sabe que la respuesta a ese estudio variaría mucho de un estado a otro. No es casualidad que Oklahoma sea el estado que haya emprendido esta iniciativa religiosa. Oklahoma es literalmente el estado más “bautista” de la unión en términos del porcentaje de población que pertenece a esa denominación.
La reciente iniciativa de los Diez Mandamientos se lleva a cabo en Luisiana, otro estado con una rica historia religiosa. Es difícil imaginar que California u Oregón adopten iniciativas de este tipo. Esta diversidad regional complica la búsqueda de una solución jurídica nacional.
En el caso de la iniciativa de Oklahoma, el intento por enseñar la influencia de la Biblia en la civilización occidental y la historia estadounidense parece más alcanzable que “enseñar la Biblia”. Como señaló el superintendente Walters, es imposible enseñar una historia estadounidense completa, desde el “Pacto Mayflower” hasta Martin Luther King Jr., sin la influencia de la fe cristiana.
Sin embargo, cuando se trata de imponer la “enseñanza de la Biblia”, uno entra en un territorio difícil y traicionero. ¿Cómo se enseña la Biblia objetivamente en una sociedad donde decenas de millones de personas creen que es un texto sagrado, la Palabra de Dios? Si se adopta el enfoque cristiano devoto, se violan los derechos de quienes no afirman ese punto de vista. Lo mismo es cierto si se adopta un enfoque liberal y de mayor crítica hacia las Sagradas Escrituras.
Sin embargo, lo que se puede hacer es impartir cursos en las escuelas secundarias públicas que enseñen objetivamente los principios básicos de las principales tradiciones religiosas. En dicho curso, usted establecería los principios básicos del cristianismo (con las distinciones católica romana, ortodoxa oriental, protestante tradicional y evangélica). Luego, se hace lo mismo con el judaísmo, el islam, el budismo, el hinduismo, etc. Un curso así sin duda sería útil en una sociedad cada vez más diversa desde el punto de vista religioso.
Y a medida que los programas de elección de escuela y de cheques escolares estén cada vez más disponibles, los padres pueden elegir alternativas a las escuelas públicas.
Una última palabra de advertencia para aquellos cristianos que quieren que las escuelas públicas enseñen su fe. Nunca deberías querer que el Estado decida cuál es la comprensión correcta de la religión. Lo último que debería desear cualquier seguidor devoto de Jesús es el control gubernamental de la religión. El gobierno siempre se equivocará y los seguidores piadosos de Cristo verán violadas sus conciencias.
Nuestros antepasados aprendieron esa lección de la manera más difícil y, con la guía y asistencia de Dios, nos legaron un sistema legal con más libertad de conciencia religiosa garantizada que cualquier otro jamás ideado en este planeta.
Mi oración es que Dios nos dé la sabiduría y la valentía para protegerla y preservarla.
Publicado originalmente en The Christian Post.