¿Deberíamos celebrar la Navidad?

Coro de Navidad
Catedral de San Pablo el 23 de diciembre de 2024, en Londres, Inglaterra. El coro tradicionalmente interpreta villancicos durante las misas de Navidad de la catedral. Dan Kitwood/Getty Images

¿Deberíamos celebrar la Navidad?

Es importante que entendamos que ahora no hay días sagrados especiales para los creyentes. En el Antiguo Testamento, la vida de un creyente del antiguo pacto estaba marcada por días sagrados porque el pueblo de Dios tenía festividades nacionales. Tenían muchos días así, pero eran días sagrados religiosos. De ahí viene la palabra en inglés "holiday", osea festividad, traducido literalmente: día santo".

Antes de la Reforma Protestante, la iglesia había creado todo un calendario de días sagrados, siendo la Navidad uno de ellos. Los reformadores, especialmente en mi propio país, Escocia, reaccionaron contra eso porque parecía que la iglesia había estado insistiendo en observancias que iban más allá de las Escrituras y, a veces, en contra de ellas. Por lo tanto, todos estos días especiales llegaron a su fin, incluida la Navidad. Cuando los comisionados escoceses asistieron a la Asamblea de Westminster a mediados del siglo XVII —la asamblea donde se redactaron la famosa confesión y los catecismos— se horrorizaron al descubrir que la gente no trabajaba el día de Navidad. Incluso cuando yo crecía en Escocia, el día de Navidad era solo medio día festivo.

Tengo amigos cristianos que mantienen esa antigua tradición porque las Escrituras no nos ordenan celebrar la Navidad y, por lo tanto, piensan que la iglesia no debería hacerlo. A veces, lamentablemente, esto puede expresarse de una manera bastante mezquina e incluso con superioridad espiritual, sugiriendo que aquellos que sí celebran la encarnación en este momento deberían sentirse culpables por hacerlo.

Pero hay varias consideraciones que me han llevado a creer que es legítimo, apropiado y útil para nosotros celebrar la Navidad.

Una es esta: las Escrituras no nos dicen que nuestros pastores, nuestros ancianos o la congregación en su conjunto, por ejemplo, deban decidir que tendremos sermones en septiembre sobre la santificación, o que el último domingo de algún mes del año será el "Domingo de las Misiones", o que otro fin de semana será el aniversario de la iglesia. Nuestros pastores y ancianos toman esas decisiones para el bienestar espiritual de la congregación. Y si tenemos esa libertad, entonces seguramente tenemos la libertad de tener un tiempo en el año en el que nos concentremos en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo: reflexionando, celebrando y aplicando el trascendental evento del nacimiento del Salvador del mundo.

No estamos diciendo que estos sean días sagrados especiales. No estamos obligando la conciencia de nadie, no más de lo que lo hacemos cuando tenemos un mes de sermones sobre la santificación. De hecho, mi observación general es que los cristianos y las congregaciones que no conmemoran la encarnación de esta manera tienen, en realidad, más probabilidades de escuchar menos sermones y tener menos concentración en la concepción, el nacimiento y los primeros días de nuestro bendito Señor que aquellos que sí lo hacen. Y ciertamente estos temas son realmente importantes.

Hay algo más. A menudo se dice que la Navidad es en realidad una festividad pagana basada en la festividad romana de las Saturnales. Pero eso es un poco como decir que el Domingo de la Reforma es una celebración pagana porque coincide con Halloween. Algunas iglesias comenzaron a celebrar un servicio del Día de la Reforma como un contraste directo con los eventos asociados con Halloween.

Históricamente, hubo razones similares por las que la Navidad comenzó a celebrarse alrededor de la época de la festividad romana de las Saturnales. Era una forma de señalar al mundo pagano una historia mejor, un Dios infinitamente más grande que el dios romano Saturno. Era decir: "Ustedes están adorando a la criatura, y queremos animarlos a adorar al Creador". Tenía la intención de ser un testimonio poderoso del Hijo de Dios encarnado, nuestro Señor Jesucristo. Y, de hecho, tan poderoso fue ese testimonio que, al menos en una ocasión, una reunión de la iglesia el día de Navidad fue bombardeada deliberada y maliciosamente por los enemigos de Cristo. Por lo tanto, es tanto confuso como descortés decir que la Navidad es una celebración pagana.

Así que sí, el día de Navidad no es más sagrado que cualquier otro día del año. La cena de Navidad no es más sagrada que la cena de ayer. Pero al igual que esa comida, puede ser santificada de maneras especiales por la Palabra de Dios, la oración y la alabanza, porque el Señor Jesús vino al mundo para ser nuestro Salvador.

Saber esto es lo que nos ayuda a disfrutar la Navidad al máximo.

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