Una luz de la esperanza brilla sobre Israel con el regreso de los rehenes

Rehenes israelíes liberados
PETAH TIKVA, ISRAEL - 13 DE OCTUBRE: El ex rehén Evyatar David saluda a la multitud frente al Hospital Beilinson, en el Centro Médico Rabin, tras la liberación de los rehenes israelíes supervivientes de Gaza el 13 de octubre de 2025 en Petah Tikva, Israel. El acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás ha puesto fin a los dos años de guerra que siguieron a los ataques del 7 de octubre de 2023. Una de las condiciones del acuerdo era la liberación inmediata de 48 rehenes retenidos en Gaza, de los cuales se creía que unos 20 estaban vivos. Foto de Dima Vazinovich/Getty Images

Este lunes, mi corazón, junto al de toda una nación, se desborda de una emoción que es difícil poner en palabras. Después de 738 días de una espera insoportable, de una angustia que calaba hasta los huesos, los 20 rehenes que aún vivían bajo el yugo de Hamás en Gaza, están en casa.

Ver las imágenes de sus rostros, pálidos y delgados pero vivos, es ser testigo de un milagro, una respuesta directa a incontables oraciones elevadas al cielo desde cada rincón de Israel y del mundo.

No podemos ni debemos olvidar el horror que dio origen a esta larga noche. El ataque del 7 de octubre de 2023 no fue un acto de guerra, sino una masacre perpetrada con una crueldad inhumana. Familias enteras fueron destruidas, jóvenes en un festival de música fueron cazados y asesinados, y más de 250 personas fueron arrancadas de sus vidas y arrastradas a los túneles de Gaza.

Ese día marcó una herida profunda en el alma de Israel, un recordatorio de la vulnerabilidad de nuestra existencia y del odio implacable que enfrentamos.

La fortaleza de un pueblo unido

A lo largo de estos dos años, el pueblo de Israel ha demostrado una resiliencia que asombra al mundo. La "Plaza de los Rehenes" en Tel Aviv se convirtió en el corazón latente de una nación, un lugar de encuentro para el dolor, la esperanza y la demanda incansable de acción.

Las familias de los secuestrados, con una fuerza admirable, transformaron su agonía en un movimiento nacional que nunca permitió que el gobierno ni el mundo olvidaran a sus seres queridos. Su victoria de hoy es la de todos.

Celebramos el regreso de los vivos, pero el gozo está teñido de un profundo dolor. No olvidamos a aquellos que fueron asesinados en cautiverio ni a los 28 cuyos cuerpos aún permanecen en manos de Hamás.

El acuerdo, que implica la dolorosa liberación de casi 2.000 prisioneros palestinos, muchos con sangre en sus manos, es un precio amargo que Israel ha estado dispuesto a pagar. Es el testimonio del valor supremo que la cultura y la fe otorgan a la vida: "El que salva una vida, salva al mundo entero".

Un nuevo comienzo, una paz frágil

La liberación de los rehenes y el alto el fuego, mediados gracias a la firme intervención de Estados Unidos, marcan el final de un capítulo oscuro y el posible comienzo de uno nuevo. La visita del presidente Donald Trump y su discurso ante la Knéset, instando a buscar una paz duradera, trae un soplo de esperanza.

Sin embargo, no somos ingenuos. Sabemos que la paz es frágil. Hamas, aunque debilitado, sigue siendo una amenaza latente.

Como cristianos, creemos en un Dios de justicia. La liberación de los rehenes es una manifestación de esa justicia divina que actúa a través de los hombres. Pero también nos recuerda la necesidad de la justicia terrenal. Los responsables de las atrocidades del 7 de octubre deben rendir cuentas. Israel tiene no solo el derecho, sino la obligación moral de defender a sus ciudadanos y garantizar que una barbarie semejante no vuelva a ocurrir jamás.

El camino por delante es largo. Los rehenes liberados necesitarán tiempo, apoyo y amor para sanar las heridas físicas y psicológicas de un cautiverio inhumano. Como sociedad, también debemos sanar. Debemos reconstruir la confianza, fortalecer la unidad y reafirmar el compromiso con los valores. La tarea de reconstruir comunidades devastadas y honrar la memoria de las víctimas será un deber sagrado.

Hoy, más que nunca, mi fe se reafirma. La historia de Israel es una de supervivencia contra todo pronóstico, una narrativa de luz que se niega a ser extinguida por la oscuridad.

El regreso de los rehenes es un capítulo más en esa historia sagrada. Es una victoria del espíritu humano, de la perseverancia y de la fe en que, incluso en las tinieblas más profundas, la esperanza de un nuevo amanecer nunca se pierde.

Damos gracias a Dios y miramos al futuro con el corazón herido, pero lleno de una renovada determinación.

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