La sangre de Charlie Kirk clama… Entre un asesinato y un despertar necesario

C Kirk
"Hoy, en pleno siglo XXI, resulta inconcebible presenciar un hecho tan lamentable como el asesinato de un pacifista: un cristiano valiente que recorría los campus universitarios compartiendo su fe en Cristo Jesús y la familia", dijo Sixto Porras. Enfoque a la Familia

La noticia del asesinato de Charlie Kirk —activista, orador incansable, estratega cultural y defensor feroz de la verdad en las trincheras académicas— ha sacudido no solo a Estados Unidos, sino al mundo entero que aún cree en el diálogo, en la razón y en la vida. No fue un crimen aleatorio. Fue un ataque calculado contra un hombre que se atrevió a caminar por los pasillos de universidades y colegios, no con armas, sino con argumentos; no con odio, sino con convicción; no para silenciar, sino para liberar mentes.

Charlie Kirk no era un político tradicional. Era un pedagogo de la cultura. Su obra —desde Turning Point USA con giras universitarias— se basaba en una premisa sencilla pero revolucionaria: los jóvenes merecen respuestas. Y no respuestas manipuladas por ideologías que niegan la biología, la historia o la moral natural, sino respuestas verdaderas, robustas, arraigadas en la libertad, la responsabilidad y la dignidad humana. Él no huía del debate. Lo buscaba. Entraba a aulas donde lo insultaban, lo abucheaban, lo amenazaban… y aún así, respondía pregunta tras pregunta, con paciencia, con humor, con rigor. Porque sabía algo que muchos han olvidado: las malas ideas no se combaten con silencio, sino con mejores ideas. Pero para eso, se necesita gente dispuesta. Gente valiente. Gente como Charlie.

Y ahora, su sangre clama.

No como la de Abel, que clamó desde la tierra pidiendo justicia por un fratricidio motivado por envidia. Ni como la de Esteban, que clamó perdón mientras las piedras caían. La sangre de Charlie Kirk clama entre un asesinato y un despertar necesario. Clama no por venganza, sino por convicción multiplicada. No por lágrimas, sino por legiones. Su muerte no es el final de una voz —es el grito de alarma que debe sacudir a toda una generación dormida en la comodidad del “diálogo inofensivo”. Su sangre no riega cemento… riega conciencias. Y si somos fieles, germinará en cientos de nuevos Kirk, en miles de jóvenes que ya no temerán entrar al aula hostil, al foro cancelador, al campus tomado por la ideología de muerte.

Porque aquí está el punto que ya no podemos ignorar: la izquierda radical ha dejado de jugar con ideas. Ha pasado a jugar con sangre.

No es la primera vez. Recordemos a Bolsonaro en Brasil, a Trump, a Miguel Uribe en Colombia. Ahora, Charlie Kirk. ¿Coincidencias? No. Es un patrón. Es la lógica de una ideología que, al no poder ganar en el terreno de las ideas, opta por el miedo, la censura, la cancelación… y finalmente, la violencia física. Ellos no debaten. Eliminan.

Jesús nos dijo: “Sean astutos como serpientes y mansos como palomas” (Mateo 10:16). Nunca fue una sugerencia. Fue una orden de combate espiritual y cultural. Mansos: porque jamás debemos responder con odio, con asesinato, con venganza. Pero astutos: porque el enemigo es peligroso, organizado, implacable. No podemos seguir actuando como si estuviéramos en un seminario académico mientras ellos queman monumentos, cancelan carreras, persiguen profesores y ahora… asesinan a quienes se les oponen.

Es momento de ser radicales. Radicales en el amor por la verdad. Radicales en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Radicales en la protección de la familia, en la exaltación de la libertad, en la defensa de la propiedad privada como fruto del trabajo honrado. Radicales, sí —pero nunca violentos. Nuestra guerra no es contra personas, sino contra principios malignos que las esclavizan.

Por eso, propongo algo urgente: Ministerios de Presencia Académica. Equipos entrenados, preparados intelectualmente, llenos del Espíritu Santo, que entren sin miedo a las universidades, a los colegios, a los foros públicos. No a predicar con sermones, sino a debatir con ciencia, con filosofía, con historia, con economía, con biología. Que liberen con la verdad. Que recuperen la academia, no con gritos, sino con argumentos imbatibles. Que sean como Daniel en Babilonia: preparados, distintos, influyentes.

Pero hablemos claro: vivimos en tiempos de polarización. Y si por polarización entendemos tener polos definidos, claros, inquebrantables… ¡Eso es exactamente lo que necesitamos!

Nuestro polo es la derecha que defiende:

- La vida, desde el vientre hasta la vejez. 

- La familia, como núcleo sagrado de la sociedad. 

- La libertad, como don de Dios, no como licencia del Estado. 

- La propiedad, como fruto del esfuerzo, no como botín de la envidia.

Su polo es la izquierda que destruye:

- Que asesina en el vientre y lo llama “derecho”. 

- Que expropia, redistribuye y empobrece, y lo llama “justicia”. 

- Que censura, cancela y persigue, y lo llama “inclusión”. 

- Que deforma la identidad, la historia, la moral, y lo llama “progreso”.

La diferencia no es de matiz. Es ontológica. Espiritual. Cósmica.

Y aquí viene el llamado estratégico: recordemos la historia del rey Jehú (2 Reyes 10). Dios lo usó para eliminar a los sacerdotes de Baal. ¿Cómo? Con astucia. Con inteligencia. Los reunió “para un gran sacrificio”, les abrió las puertas del templo… y luego los exterminó. No fue un acto de barbarie, fue un acto de justicia divina ejecutada con estrategia humana.

Nosotros no exterminamos físicamente a nadie. Pero sí debemos exterminar políticamente a las ideologías de muerte. Es tiempo de invocar la inteligencia. La estrategia. La organización. La unidad. Es tiempo de preparar plataformas, candidatos, movimientos. Las elecciones legislativas y presidenciales del próximo año no son un trámite. Son una batalla por el futuro de la Patria.

Charlie Kirk no murió en vano. Su sangre —entre el horror del asesinato y la promesa de un despertar necesario— es semilla. Semilla de coraje. Semilla de rebeldía santa. Semilla de una generación que ya no pedirá permiso para hablar, sino que exigirá el micrófono para liberar.

Porque si no lo hacemos nosotros… ¿quién lo hará?

Y si no es ahora… ¿cuándo será?

— Ellos actúan por miedo, nosotros por convicción.

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