León XIV asume el papado con historial crítico hacia Ortega y Murillo, los dictadores nicaragüenses

Papa Leon XIV
El Papa León XIV estrecha las manos y saluda a la prensa tras una audiencia con miles de periodistas y trabajadores de los medios de comunicación el 12 de mayo de 2025, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. La audiencia con los periodistas se ha convertido en una tradición entre los Papas recién elegidos. Christopher Furlong/Getty Images

El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo reaccionó con evidente frialdad a la elección de Robert Prevost como León XIV, el nuevo pontífice de la Iglesia católica, conocido por su postura crítica hacia la represión religiosa impuesta en Nicaragua. Mientras otros líderes mundiales enviaron mensajes inmediatos de felicitación, en Managua se optó por el silencio durante casi 24 horas, en lo que analistas consideran una muestra del tenso vínculo que persiste entre la administración sandinista y la Santa Sede.

A través de un breve comunicado de apenas 64 palabras, divulgado por la cancillería nicaragüense, Ortega y Murillo saludaron al nuevo papa con una fórmula protocolar: “Deseamos expresar también nuestra aspiración de que desde Su Elevada Responsabilidad pueda Usted contribuir a promover Paz, Encuentro, Concordia y los Valores que la Familia Humana tanto necesita”, se lee en la nota diplomática firmada por ambos mandatarios, citada por el diario El País.

La elección de León XIV generó particular expectativa en Nicaragua debido a los antecedentes del prelado estadounidense. Cuando aún ejercía funciones en la Conferencia Episcopal de Perú, Prevost firmó en 2022 una carta de condena a la persecución religiosa en Nicaragua. Parte de ese pronunciamiento donde los obispos peruanos advertían: “Hemos visto con tristeza, por los medios de comunicación, la agresión y destrucción de imágenes y símbolos religiosos católicos, golpeando con ello no solamente la sensibilidad religiosa de un pueblo creyente sino también ofendiendo las raíces cristianas que constituyen la idiosincrasia de esa nación”.

El texto episcopal además denunciaba que “la violencia nunca ha construido, solamente ha sembrado las semillas de la pobreza y del odio. La violencia, más aún cuando es injustificada, rompe la armonía, el respeto y la paz que necesitan nuestros pueblos para alcanzar el desarrollo integral y la amistad social”, recordaron los obispos.

Desde 2018, la Iglesia católica nicaragüense -al igual que otras confesiones de fe, como la iglesia evangélica- sufre una de las peores oleadas represivas de su historia reciente. En la última Semana Santa las autoridades prohibieron las tradicionales procesiones religiosas y se reportaron al menos 13 detenciones arbitrarias de líderes y feligreses, según denunció Monitoreo Azul y Blanco, un equipo interdisciplinario que registra y consolida denuncias de violaciones a derechos humanos en Nicaragua.

La relación entre el régimen de Ortega y el Vaticano ya había alcanzado su punto más crítico durante el pontificado de Francisco, quien en entrevista con Infobae calificó al gobierno nicaragüense como una dictadura “grosera y hitleriana”. Aquella declaración deterioró de forma irreversible los vínculos diplomáticos entre Managua y la Santa Sede.

A la par del frío saludo a León XIV, la propaganda oficial sandinista evitó cualquier referencia pública a su elección. Para sectores de la Iglesia y defensores de derechos humanos en Nicaragua, la elección de un papa que es testigo y denunciante de la represión religiosa en América Latina abre la posibilidad de una postura firme desde Roma frente a los abusos en Nicaragua.

“El Papa León XIV asume el liderazgo de la Iglesia con conocimiento directo del caso nicaragüense, y con una trayectoria pastoral sensible a las luchas sociales y religiosas de nuestros pueblos”, afirmó a El País una fuente eclesial nicaragüense que pidió anonimato.

La Arquidiócesis de Managua, liderada por el cardenal Leopoldo Brenes, por su parte, publicó fotografías de una antigua visita de Prevost en 2012 a comunidades rurales agustinas de Nicaragua, evitando pronunciarse sobre su elección como pontífice.

Analistas religiosos coinciden en que, como ocurrió durante el papado de Francisco, las tensiones entre Managua y la Santa Sede continuarán, ahora bajo la dirección de un líder que, aunque de carácter discreto, parece estar comprometido con la defensa de la libertad religiosa y los derechos humanos en la región.

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