
Vivimos en una época de información instantánea y, lamentablemente, también de desinformación rampante. Cada día, nuestros feeds de redes sociales y los titulares de noticias nos bombardean con afirmaciones, teorías y relatos que a menudo se contradicen.
La velocidad con la que se propaga la falsedad es asombrosa, y su impacto en la sociedad, la política y hasta en nuestra fe, es innegable. Como cristianos evangélicos, la pregunta que surge es crucial: ¿Cómo navegamos este caos digital sin perder de vista la verdad que conocemos en Cristo?
Todos nos encontramos a menudo batallando con la fatiga informativa. Es agotador intentar discernir qué es cierto y qué no, especialmente cuando las narrativas están tan polarizadas.
Sin embargo, esta no es una lucha nueva para la humanidad. Desde el jardín del Edén, la verdad ha sido atacada y distorsionada. La diferencia hoy es la escala y la velocidad. Lo que antes era un rumor de pueblo, ahora es una "noticia viral" que llega a millones en segundos.
La Biblia nos advierte repetidamente sobre la importancia de la verdad y el peligro del engaño. Jesús mismo dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Juan 8:32).
Esta libertad no es solo intelectual, sino existencial y espiritual. En contraste, el apóstol Pablo nos alerta sobre aquellos que "siempre están aprendiendo, pero nunca logran llegar al conocimiento de la verdad" (2 Timoteo 3:7). Esta descripción resuena poderosamente con nuestra era, donde el acceso ilimitado a la información no siempre se traduce en un mayor conocimiento o sabiduría.
Entonces, ¿cómo podemos, como seguidores de Cristo, ser faros de verdad en este mar de confusión? Primero, debemos cultivar un profundo discernimiento espiritual. No todo lo que brilla en nuestras pantallas es oro. Es vital que filtremos la información a través de la lente de las Escrituras.
Si una afirmación o narrativa contradice los principios bíblicos o el carácter de Dios, debemos ser escépticos. Recursos como el Centro Pew Research a menudo publican estudios sobre la difusión de la desinformación, que pueden ayudarnos a entender el panorama actual.
¿Cómo podemos, como seguidores de Cristo, ser faros de verdad en este mar de confusión?
Segundo, la humildad es clave. Reconozcamos que no poseemos toda la verdad sobre todos los temas, y estemos dispuestos a escuchar y a considerar diferentes perspectivas, siempre y cuando no comprometan las verdades fundamentales de nuestra fe. La tentación de compartir contenido impactante sin verificar su veracidad es fuerte, especialmente en plataformas como Facebook o X (Twitter).
Pero, como creyentes, estamos llamados a la responsabilidad. "No difundas rumores falsos. No ayudes al culpable presentando un testimonio malicioso" (Éxodo 23:1). Este mandato, aunque antiguo, es extraordinariamente relevante hoy.
Finalmente, nuestra respuesta a la desinformación debe ser el amor. No se trata solo de corregir errores, sino de edificar y restaurar. Defender la verdad en un mundo saturado de falsedad es un acto de amor hacia nuestros hermanos y hacia aquellos que aún no conocen a Cristo. Si bien es crucial señalar lo falso, nuestro objetivo principal debe ser apuntar a la Verdad encarnada, Jesucristo. Al hacerlo, no solo combatimos la desinformación, sino que también ofrecemos una esperanza y un fundamento inquebrantables en medio de la inestabilidad digital.