Fe y tragedia en la selva: 69 años del sacrificio de cinco misioneros en Ecuador

Aucas
Nate Saint y un aborigen waodani. Foto: Familia Saint

El 8 de enero de 1956, cinco misioneros cristianos perdieron la vida en la selva amazónica de Ecuador a manos de los waodanis, una tribu aislada y conocida por su extrema violencia, incluso dentro de su propio grupo.

Jim Elliot, Nate Saint, Ed McCully, Peter Fleming y Roger Youderian eran un equipo de pioneros dedicados a establecer un contacto pacífico con este pueblo indígena, con el objetivo de compartir su fe cristiana. Ese día, los misioneros no realizaron la llamada de radio programada, lo que levantó las primeras señales de alarma.

[Estamos en WhatsApp. Empieza a seguirnos ahora]

Jim Elliot había oído hablar de los waodanis, un grupo que evitaba el contacto con la sociedad occidental, y soñó con llevarles el mensaje del evangelio. Inspirado por este propósito, reunió a su equipo, que lo acompañó en esta audaz expedición al corazón del imponente bosque tropical sudamericano. Tras realizar vuelos de reconocimiento, lograron localizar las aldeas waodani y planearon acercarse entregándoles regalos como una señal de buena voluntad.

Sin embargo, el desafío era inmenso. En ese entonces, la tribu estaba compuesta por unas 300 a 600 personas y tenía fama de responder con extrema hostilidad a cualquier intrusión en su territorio. Incluso dentro de la comunidad existían divisiones entre los grupos Geketaidi, Baïidi y Wepeidi, lo que provocaba frecuentes enfrentamientos internos. La misión fue denominada Operación Auca, ya que los quechuas vecinos se referían a los waodanis como “aucas”, un término peyorativo que significa “salvajes” o “enemigos”.

Aucas 2
Jim Elliot, Nate Saint y Ed McCully Foto: Familia Saint

Los misioneros comenzaron a lanzar regalos desde un avión mientras repetían frases en el idioma local como “quiero ser tu amigo”, con la esperanza de ganar la confianza de la tribu. Obsequiaron artículos como ollas, machetes, ropa, collares y otros bienes. Con el tiempo, notaron que los miembros de la tribu reaccionaban con aplausos y gestos amistosos durante los sobrevuelos, lo que interpretaron como un signo de aceptación.

El 3 de enero de 1956, los misioneros establecieron un campamento en un lugar al que llamaron “Palm Beach”, a orillas del río Curaray, mientras esperaban un encuentro directo con los waodanis. El primer contacto ocurrió el 6 de enero, cuando un hombre y dos mujeres de la tribu se acercaron al campamento. Aunque la interacción fue breve, alentó a los misioneros a seguir adelante. Sin embargo, dos días después, un grupo de guerreros waodanis rodeó el campamento.

Nate Saint logró comunicarse con su esposa por radio ese mismo día, emocionado por el inminente encuentro: “Parece que estarán aquí para el servicio por la tarde. Ora por nosotros. ¡Este es el día! Te contactaremos en cuatro horas y media”. Pero el desenlace fue trágico. El 8 de enero, los cinco misioneros fueron atacados y asesinados con lanzas. Sus cuerpos y pertenencias fueron arrojados al río.

Ante la falta de noticias, un avión recorrió la zona al día siguiente, confirmando el fatal desenlace. Años más tarde, Mincayani, uno de los atacantes, explicó que los ancianos de la tribu habían interpretado el avance de los misioneros como una amenaza. Cuatro de los cinco cuerpos fueron recuperados y sepultados en una fosa común en la selva. La noticia conmocionó al mundo y fue ampliamente difundida por los medios, lo que generó un aumento significativo en el apoyo financiero a las misiones evangelizadoras.

Elisabeth, viuda de Jim Elliot, y Rachel, hermana de Nate Saint, regresaron a la selva años después como parte de una misión del Instituto Lingüístico de Verano. Lograron establecer una relación pacífica con los waodanis, algunos de los cuales expresaron arrepentimiento por los asesinatos.

Aucas 3
Las cinco esposas y siete hijos de los misioneros. Foto: Familia Saint

Y comenzó la traducción de la Biblia al waodani. Uno por uno, los hombres que cometieron el asesinato se convirtieron en creyentes en Aquel que envió a los misioneros para alcanzarlos. Steve Saint pasó gran parte de su infancia entre los waodanis. A pesar del hecho de que habían matado a su padre, Steve se convirtió en hijo adoptivo de la tribu y finalmente llevó a su propia familia a vivir por un tiempo entre ellos. La dolorosa llegada del evangelio entre ese pueblo violento obró un milagro de transformación.

Una comprensión más profunda de los hechos
Con el tiempo, se conocieron detalles más claros sobre lo sucedido. Según relatos recopilados posteriormente, el ataque de los waodanis contra los cinco misioneros no estuvo motivado por cuestiones personales ni por lo que los hombres blancos representaban. La violencia surgió como una forma de desviar la atención de los profundos conflictos internos que la tribu no lograba resolver.

“Parece que estarán aquí para el servicio por la tarde. Ora por nosotros. ¡Este es el día! Te contactaremos en cuatro horas y media” dijo Nate Saint a su esposa por radio.

De los tres waodanis que inicialmente habían visitado el campamento en Palm Beach, dos afirmaron que los misioneros los habían maltratado, mientras que el tercero negó esas acusaciones. Aunque otros miembros del grupo tribal reconocieron que esas afirmaciones eran falsas, parecía más sencillo culpar a los misioneros y eliminarlos que enfrentar los problemas internos. Una vez que surgió la idea de matarlos, el ambiente en la tribu se alineó rápidamente con sus patrones culturales de preparación para el combate.

Aunque los waodanis sabían que los misioneros portaban armas, desconocían que estos habían decidido no usarlas bajo ninguna circunstancia. Durante el ataque, varios miembros de la tribu relataron haber presenciado fenómenos inusuales: escucharon voces sobrenaturales y vieron luces en el cielo. Para algunos, esto fue interpretado como una manifestación divina, un coro angelical que celebraba la fidelidad de los misioneros y les daba la bienvenida a casa, según su fe.

Un relato de redención y transformación
Los waodanis tienen una notable memoria para los detalles de sus batallas, con conversaciones que frecuentemente giran en torno a cicatrices, heridas y relatos de combates pasados. Sin embargo, fue años después cuando Steve Saint escuchó el relato completo del ataque a los misioneros. Durante una charla nocturna junto al fuego, los guerreros más viejos revivieron el evento, aún sorprendidos de que los hombres blancos no se defendieran.

Steve descubrió entonces que Mincaye, quien se había convertido en una figura paterna para él, había sido quien dio el golpe mortal a su padre. Sin embargo, al saberlo, Steve comprendió que ese detalle era irrelevante. Lo realmente importante era cómo Dios había utilizado la muerte de cinco siervos fieles como parte de un plan para quebrantar el ciclo de temor y violencia que había esclavizado a los waodanis durante generaciones.

Aucas 4
Mincaye junto a Steve Saint en la selva ecuatoriana. Foto: Familia Saint

En 2006, esta historia fue llevada al cine en la película A Punta de Lanza, dirigida por Jim Hanon. Hoy en día, los waodanis siguen viviendo en la Amazonia ecuatoriana, aunque ya no de manera completamente aislada. Enfrentan nuevos desafíos, como la dependencia de recursos externos y la lucha contra la explotación petrolera en su territorio ancestral.

Más reciente