Dante Gebel confiesa su historia con la religión, el miedo y la gracia

Dante Gebel
Dante Gebel predica el domingo 18 de mayo a su congregación de la iglesia River Arena, ubicada en la ciudad de Anaheim, California. Captura de pantalla Youtube Dante Gebel

Con un mensaje íntimo, honesto y lleno de ironía, el pastor argentino Dante Gebel predicó el pasado fin de semana desde su iglesia River Arena una de sus reflexiones más personales bajo el título “La Caja Negra de Dios”.

El mensaje, disponible en su canal de YouTube, repasó episodios dolorosos de su historia con la religión, reveló su ansiedad creativa como predicador y lanzó una advertencia contra el legalismo, la religiosidad tóxica y el abuso espiritual disfrazado de revelación divina.

Legalismo en recuperación

Gebel abrió su prédica confesando haber sido, durante años, parte de lo que él llama “una secta de fariseos”. Reconoció que solía juzgar con dureza a todo aquel que no compartía su doctrina: “Juzgué, critiqué, catalogué, me ensañé con mucha gente por el simple hecho de no creer lo mismo que yo”.

Con pudor y vergüenza, recordó su obsesión con la pureza doctrinal y cómo disfrutaba “condenar y rematar a los heridos de su propio ejército”. “Nada me hacía más feliz que pensar: este nunca fue salvo”, dijo.

Años después, afirma haber sido libre de esa prisión religiosa gracias a la gracia de Dios. “Celebro un día más de abstinencia limpio de la religión organizada, fosilizada, que ha levantado más barreras que fe”.

Fobia a la oración y visiones de terror

Uno de los momentos más impactantes del mensaje fue su relato sobre cómo desarrolló miedo a la oración desde la infancia. En su niñez, mujeres de la iglesia a las que llama irónicamente “profetas” narraban visiones aterradoras sobre ángeles de la muerte y demonios con descripciones grotescas. “Yo no quería ni cerrar los ojos durante la oración. Tenía ocho años y ya me helaba la sangre”, confesó.

Esa experiencia le generó un profundo rechazo a la oración, que lo acompañó hasta su vida adulta. “Durante décadas, tuve aversión a orar. La oración se relacionaba con ver cosas, con revelaciones y visiones que me aterraban”, explicó. Para Gebel, muchas veces se usa el “Dios me dijo” como excusa para manipular o imponer decisiones.

Ansiedad creativa y lucha interna

En una sección inesperadamente vulnerable, Gebel compartió su lucha semanal con la ansiedad por generar contenido. “Cada domingo tengo que pararme aquí con un mensaje nuevo, fresco. Después de 900 prédicas en internet, hay semanas donde siento que no tengo nada más que dar”, confesó.

Dijo que muchos de sus sermones se cocinan “a fuego lento” durante semanas, mientras otros le llevan de 10 a 12 horas de preparación cada sábado.

“Lo más difícil no es predicar, es predicar lo mismo, con la misma Biblia, con una unción nueva, sin caer en tonterías teológicas novedosas”, explicó. Aun así, aseguró que su fidelidad a las Escrituras lo mantiene firme: “El verdadero avivamiento no es inventar algo nuevo, es regresar a las bases”.

La lucha entre la amígdala y la fe

Gebel ilustró con humor su batalla interna entre el miedo irracional y la confianza en Dios, usando el ejemplo de la amígdala cerebral y la corteza prefrontal. “La amígdala es como una tía nerviosa, menopáusica y loca que grita ‘renuncia ya’. La corteza prefrontal es como el abuelo sabio que te recuerda que Dios nunca te ha fallado”, bromeó.

Entre risas y confesiones, dejó ver que incluso los líderes más influyentes enfrentan inseguridades, dudas y estrés. “No se trata de que me falte fe. Es que a veces el cuerpo se cansa, el alma se abruma, y uno necesita recordar lo esencial”.

Volver a lo simple, volver a Jesús

El mensaje cerró con una afirmación clara: “Soy cristiano, seguidor de Jesús. No pertenezco a una religión organizada. La gracia me basta”.

Rechazó la necesidad de títulos, sistemas y controles humanos sobre la fe. “Cada día limpio de juicio, de crítica, de ese legalismo tóxico, es un día de victoria”, afirmó.

Para Gebel, la fe no se trata de imponer visiones ni doctrinas, sino de regresar al corazón del Evangelio: Jesús, su gracia, su perdón, su verdad. “Dios sigue escribiendo nuestra historia. Y en su caja negra, guarda cada vuelo, cada caída, y cada regreso al hogar”.

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