Crónicas de L4: El aire fresco de Seúl y el Espíritu que reanima

Congreso de Lausana
Mesas de trabajo y discusión. Foto: Captura video redes sociales

Una mirada latinoamericana en primera persona de la mano de Harold Segura, al IV Congreso del movimiento de Lausana (L4) que se celebra en Seúl, Corea. Un diario acerca de las experiencias, vivencias y pensamiento del teólogo y pastor colombiano, radicado en Costa Rica.


Esta mañana, al salir del hotel, me sorprendió el aire fresco que me recibió. Menos de 18 grados centígrados, un contraste inesperado, pues venía preparado para enfrentar más de 28. En ese momento, pensé en cómo este clima podría ser el mejor preludio para el tema de hoy en el Cuarto Congreso de Lausana: el Espíritu Santo. 

Según los relatos bíblicos, el Espíritu es como un aire que refresca, reanima y llena de valor. Hoy, el aire fresco me recordó esa presencia vivificante, capaz de renovar nuestras fuerzas en medio de lo inesperado.

[Estamos en WhatsApp. Empieza a seguirnos ahora]

La jornada comenzó con un despliegue de música, interpretada por grupos profesionales. El entusiasmo del auditorio, compuesto por participantes de más de 200 países, era palpable. Se escucharon himnos históricos de la tradición evangélica, pero con arreglos musicales contemporáneos, creando una fusión que conectaba generaciones y culturas, un anticipo del mensaje del día. Además de la música, las artes también estuvieron presentes con una presentación de teatro cristiano. Las expresiones artísticas añadieron otra dimensión al congreso, recordándonos que la creatividad también es una forma de proclamar y exhibir a Cristo.

El tema central del día estuvo a cargo del Dr. Femi Adeleye, de Ghana, director del Instituto de Impacto Cristiano. Conocí a Femi mientras trabajaba en World Vision, y tuve el privilegio de aprender de su calidad humana y su carácter cristiano. 

"Según los relatos bíblicos, el Espíritu es como un aire que refresca, reanima y llena de valor".

En su ponencia, Femi subrayó que la misión cristiana es imposible sin el poder del Espíritu Santo. "El Espíritu vino", dijo, "y la naciente comunidad cristiana abrió su corazón para recibirlo. El resultado fue salir al mundo para proclamar el Evangelio, uniendo esa proclamación con la experiencia viva de la tercera persona de la Trinidad. Porque no hay misión sin ese poder".

Tras la ponencia, tuvimos tiempo para el diálogo en nuestras mesas de discusión. Yo participo en la mesa I-24, junto a compañeros de República Dominicana, Argentina, Guatemala, España y Chile. Este formato de mesas es fundamental para el Congreso. 

Hoy vuelvo esa escribir lo que dije hace unos meses atrás, que necesitamos más mesas y menos púlpitos, o al menos tantas mesas como púlpitos. La teología se construye dialogando, no solo escuchando. Jesús mismo, más que un predicador clásico, fue un conversador. En los Evangelios lo vemos dialogando constantemente, enseñando mientras escucha y habla con los demás.

En nuestra mesa, reflexionamos sobre los milagros del Espíritu Santo y su relación con las injusticias sociales y políticas. Discutimos si el colonialismo misionero, que algunos consideran una "noticia falsa", no es más bien una realidad histórica de la que las potencias misioneras deberían arrepentirse. También nos preguntamos cómo se manifiesta el poder del Espíritu en la Gran Comisión y qué significa llevar ese poder a un mundo cada vez más desigual.

Casi al cierre del día, escuchamos a la Dra. Ruth Padilla DeBorst, una latinoamericana que trajo a la mesa los temas que habían estado ausentes durante la jornada: la pobreza, la desigualdad de género, el racismo, la discriminación hacia las personas con discapacidades, y la guerra industrial alentada por ideologías teológicas. Ruth nos recordó que invocar al Espíritu de Dios sin mencionar los dolores humanos es convertirlo en una figura etérea, desconectada de la realidad que nos rodea.

El lunes cerró con la cita del profeta Miqueas (6:8-9), en paralelo con la apertura del día que se había iniciado con el Pentecostés (Hechos 2:1-13). Porque tan cierto es que no hay Misión sin Espíritu, como que no hay Misión sin justicia. Porque el Espíritu es justicia, amor y misericordia.

Más reciente