
En medio de la guerra, el odio en redes y la confusión espiritual, los costarricenses tenemos un deber: levantar la voz y orar por la paz en las naciones. No es una opción: es un mandato bíblico.
En tiempos de conflicto y confusión global, los costarricenses estamos llamados a hacer algo más poderoso que opinar o compartir noticias: orar por la paz. No se trata de un tema político. Es un mandato espiritual que nace del corazón de Dios.
¿Por qué le debe importar a Costa Rica?
Costa Rica ha sido históricamente una nación aliada de la paz y con profundas raíces cristianas. Hemos abolido el ejército, defendido los derechos humanos, y proclamado en nuestra Constitución al Dios Trino como guía moral. Somos un pueblo que ora y cree en el poder de la intercesión.
Pero en los últimos años, hemos visto cómo ideologías radicales, discursos de odio y doctrinas contrarias a la Palabra se infiltran sutilmente en nuestras redes, medios y espacios educativos. Y hacerlo no sólo alinea a Costa Rica con el corazón de Dios, también protege nuestra nación espiritualmente. Cuando oramos por la paz, somos bendecidos.
No sólo orar por el cese al fuego, sino por el cese al odio, debemos hacerlo por el fin del conflicto armado, por la protección de civiles, tanto israelíes como palestinos. Pero también por algo igual de urgente: el cese al odio digital, el cese al adoctrinamiento, el cese a predicar lo contrario al amor y la verdad de Dios.
Hoy, las redes sociales se han convertido en campos de batalla donde abundan mentiras, teorías conspirativas y una peligrosa desinformación. Se promueve el odio, se justifican actos de terrorismo, y se silencian las voces que claman por la verdad. Como costarricenses, debemos levantar una voz diferente: firme pero respetuosa, valiente pero sin odio, bíblica y no ideológica.
El adoctrinamiento del odio: una tragedia silenciosa
No es posible hablar de paz si no se reconoce la raíz del conflicto: en muchas regiones del mundo, niños y jóvenes están siendo adoctrinados desde pequeños para odiar a los judíos, a los cristianos y a Occidente.
Esto no representa al Islam en su totalidad, pero sí a un sector radicalizado que predica el exterminio, glorifica la violencia y considera mártires a quienes matan inocentes. Esto va en contra del Evangelio. Va en contra de la dignidad humana. Va en contra de la paz.
Costa Rica debe estar alerta. Este tipo de pensamiento ya se infiltra en espacios educativos, en ciertos medios y en campañas aparentemente humanitarias.
¿Qué podemos hacer desde Costa Rica?
Aquí no hay balas, pero hay oración. No hay bombas, pero hay voces para:
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Orar diariamente por Israel y Palestina, por las familias afectadas en ambas regiones, por el fin del terrorismo y por la protección de los secuestrados.
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Levantar la voz en redes, pero con respeto, no para atacar, sino para proclamar. No para ofender, sino para interceder. No para imponer, sino para decir la verdad con amor.
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Enseñar a nuestros hijos a amar y conocer la verdad más allá de lo que dicen las noticias, formar generaciones que entiendan la historia bíblica, y que no sean manipuladas por ideologías de odio.
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Apoyar causas humanitarias equilibradas que realmente busquen la paz, sin financiar el terrorismo ni caer en narrativas ideológicas. La compasión no debe ser selectiva, ni ciega.
Una voz diferente: no para atacar, sino para interceder
A diferencia de ciertos sectores radicales que promueven el ataque constante, los costarricenses estamos llamados a responder de forma distinta: con oración, con amor, con firmeza espiritual.
Orar por la paz no es estar en contra de nadie, es estar a favor de la justicia y la vida. Es colocarse del lado de Dios. Y es, también, defender a los que no pueden defenderse, a los secuestrados, a los hambrientos y a las familias en duelo.
¿Y si el silencio también es violencia?
Cuando el odio se multiplica y la mentira se viraliza, el silencio de los justos se vuelve complicidad. No podemos quedarnos callados mientras se tuerce la verdad, se glorifica el terrorismo, y se desprecia al pueblo que Dios eligió para traer bendición al mundo.
Nuestra oración puede marcar la diferencia
Costa Rica no es una nación más. Somos un país pequeño, sí, pero con una herencia espiritual poderosa. Nuestra voz cuenta. Nuestra oración tiene impacto.
Mauricio Bolaños se desempeña como Director Nacional para la Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén (ICEJ) en Costa Rica. Desde esta función, lidera iniciativas de apoyo y solidaridad con el Estado de Israel, trabajando en colaboración con la Embajada de Israel y promoviendo valores de fe, reconciliación y unidad entre naciones desde una perspectiva cristiana.