
Ciudad de Panamá — Bajo una atmósfera de gratitud, solemnidad y esperanza, el Congreso Misionero Iberoamericano COMIBAM 2025 concluyó oficialmente este viernes por la noche en la capital panameña. La jornada final fue un mosaico de expresiones artísticas, enseñanzas bíblicas, actos litúrgicos y oraciones que comisionaron simbólicamente a los presentes para regresar a sus naciones con una renovada visión de misión.
Honores, memoria y visión futura
Cristian Castro, director ejecutivo de COMIBAM, abrió la noche con un emotivo agradecimiento a los anteriores directores y presidentes del movimiento. Su gesto fue un reconocimiento a la historia construida a lo largo de casi cuatro décadas de cooperación misionera iberoamericana. “Gracias por venir, por invertir su dinero, su tiempo y ser parte del movimiento. Nos pedimos perdón mutuamente si algo no salió como queríamos. Pero lo importante es que volvemos a casa con una llama encendida”, expresó.
El momento cultural estuvo marcado por una original puesta en escena: personajes vestidos como si vinieran del futuro aparecieron en el escenario para motivar a los asistentes a escribir una carta a las futuras generaciones, compartiendo consejos sobre cómo seguir llevando a cabo la misión de Dios en un mundo cada vez más complejo. El acto fue recibido con entusiasmo y emoción.
El legado según Hechos 20: Dr. Helder Favarin
La plenaria principal de la noche estuvo a cargo del Dr. Helder Favarin, misionero brasileño y CEO de Community Bible Study, quien con base en Hechos 20:17-38 planteó la pregunta central: “¿Qué tipo de legado estamos dejando?”
“El buen uso del dinero, la sexualidad, la forma de hablar... nuestra integridad es un regalo para nuestros seres queridos” - Helder Favarin
Favarin articuló su mensaje en tres pilares que, según él, marcaron el legado del apóstol Pablo y deben marcar también a la iglesia de hoy: integridad, humildad y obediencia radical.
“Pablo dijo: ‘vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros’. Aquí comienza nuestro legado: con una vida de integridad”, dijo Favarin, advirtiendo que en la cultura actual se han normalizado prácticas contrarias al Reino. “El buen uso del dinero, la sexualidad, la forma de hablar... nuestra integridad es un regalo para nuestros seres queridos”.
Afirmó que sin humildad no hay misión, ni verdadera relación con Dios. “Solo los humildes pueden aprender. La humildad es lo que nos permite vivir la unidad en Cristo. Nos recuerda que somos lo que somos por gracia, no por mérito”, añadió.
Finalmente, llamó a una obediencia radical, incluso en medio del sufrimiento. “La idolatría del éxito está fabricando miles de ex creyentes decepcionados. Dios no está para cumplir nuestros sueños, pero Él sí estará con nosotros. Y un día dirá: ‘Bien, siervo fiel’. La misión incluye dolor. Dejemos un legado de obediencia radical”.

Una mesa, una familia, una comisión
Uno de los momentos más solemnes de la noche fue la celebración de la Santa Cena, dirigida por el veterano misionólogo Bill Taylor. En un ambiente de profundo respeto y meditación, se recitó el Credo de los Apóstoles y se leyeron las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios. Fue una invitación al misterio de la comunión, pero también un acto de comisión: recordar que, al partir el pan, también se parte el cuerpo del enviado al mundo.
El pastor Luis Martí, de El Salvador, dirigió la oración final de comisionamiento. Invitó a todos a tomarse de las manos, formando una gran cadena humana que recorrió el auditorio. “Padre, comisionamos a cada hermano y hermana para lo cual les llamaste desde antes de la fundación del mundo. Úsalos con el poder del Espíritu Santo. Bendice a las generaciones de relevo. Ayúdanos a ser generosos dando de lo mucho que hemos recibido”, oró.

Una mirada hacia el futuro
En sus palabras de clausura, Cristian Castro expresó su gratitud a los asistentes y compartió la visión para los próximos años: “Estamos orando por 10.000 nuevos obreros y 20.000 nuevas iglesias que se sumen a este movimiento en los próximos 10 años. Por favor, sigan orando y ofrendando por las misiones”.
COMIBAM 2025 cerró así con una fuerte dosis de realidad, pero también con una visión esperanzadora: una iglesia iberoamericana que, a pesar de sus imperfecciones, sigue diciendo “sí” a la misión global de Dios. Y lo hace desde la integridad, la humildad y una obediencia dispuesta a pagar el precio.