Voces evangélicas se expresaron en el Foro Interreligioso del G20 en Brasil

G20 - Brasil 2024

Del 19 al 23 de agosto se lleva a cabo en Brasilia el Foro Interreligioso del G20 en el que están participando el presidente de la Alianza Evangélica Latina, el pastor Juan Cruz Cellammare y el director del Departamento de Fe y Desarrollo de la organización humanitaria World Vision para América Latina y El Caribe, el pastor Harold Segura. Ambos con sendas participaciones en temas como libertad religiosa, pobreza y desigualdad social, y el rol de la Iglesia para la construcción de un mundo más equitativo y de oportunidades para todos.

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En la apertura del Foro participó Cellammare quien aseguró que “a lo largo de la historia, la Iglesia Evangélica ha desempeñado un papel significativo en la transformación social y en la promoción de la igualdad de derechos y oportunidades en diversas regiones del mundo. Sus aportes pueden percibirse en el importante trabajo comunitario que se realiza, ayudando a los más vulnerables para que puedan acceder a recursos básicos como alimentación, educación, atención de salud y el cuidado del medio ambiente”.

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Pastor Juan Cruz Cellammare, presidente de AEL en su participación en el Foro Interreligioso del G20 Foto: AEL

Como presidente de una alianza que representa a 22 naciones de habla hispana aseguró que representan “el 25,3% de la población”. Y agregó al respecto de la libertad religiosa que creen que esta “es un derecho fundamental que debe ser respetado en todo el mundo”. Pero a la vez lamentó que ese derecho “no es la realidad en muchos países”, y aseveró que seguirán “luchando para que más naciones protejan a los cristianos y garanticen este derecho”. 

Para finalizar dijo: “el espíritu que tenemos como cristianos, estamos para servir, ayudar y luchar por quienes pasan necesidad, para avanzar hacia un mundo más equitativo y de mayores oportunidades”.

Más tarde y en otro espacio de diálogo participó Harold Segura, quien señaló a los presentes que la “pobreza y desigualdad social no solo es una preocupación de exclusivo carácter social o político, sino también una profunda cuestión moral, espiritual y  religiosa”.

Segura como representante de una ONG que trabaja con la niñez en mayor necesidad aseguró que “las cifras de pobreza y desigualdad, sobre todo las que se reflejan en el rostro del hambre y la malnutrición, son espiritualmente hablando, inmorales”. Señaló que dichas cifras “desde la perspectiva de la fe, sin distingo de credo, son inmorales; contradicen los fundamentos básicos de nuestras creencias y desdicen de la religiosidad de nuestros pueblos. Son un pálido retrato de las esperanzas y compromisos que nuestras fes (así en plural) nos enseñan en sus textos sagrados y por medio de sus grandes maestros y maestras”.

“Por hambre, las familias migran, los niños y niñas abandonan la escuela y se ven atrapados en redes de trabajo infantil. Por hambre, los niños y las niñas son víctimas de abuso y explotación. La seguridad alimentaria, no sobra decirlo, es un indicador básico del bienestar humano. Cuando ella falla, fallan, a su vez, otros aspectos primordiales del bienestar”, indicó para preguntarse o plantear retóricamente a la audiencia: “Y ¿qué tenemos para decir las comunidades religiosas acerca de la raíz de estos males, de sus causas y soluciones?”

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Pastor Harold Segura, director del Departamento de Fe y Desarrollo de World Vision para América Latina y El Caribe. Foto: Harold Segura

El teólogo sentenció: “la pobreza, en su esencia religiosa, puede ser entendida como una condición que no solo denota la carencia material, sino que también refleja una separación de la justicia y la dignidad que toda persona merece como ser que proviene y se relaciona con la divinidad. Desde esta perspectiva, la pobreza surge no solo por la falta de recursos, sino también por la injusticia sistémica, la opresión y el desamor, que despojan a las personas de su dignidad y derechos fundamentales. Desde la óptica de las religiones, el sufrimiento del otro plantea cuestiones fundamentales sobre mi forma de vida y mi yo en relación con el prójimo”.

Por su parte, y en el mismo sentido, durante la Sesión “Religión, Civilidad y Polarización curativa”, Cellammare volvió a participar para introducir el concepto de que “los líderes religiosos podemos ayudar a promover la comprensión, la compasión y el diálogo entre diferentes grupos. Debemos trabajar juntos en áreas de consenso donde podamos fortalecer los lazos comunitarios sin que surjan conflictos internos, pues es ahí donde ocurre el aislamiento y el discurso de odio entre credos”.

Además, el presidente de la AEL, señaló que “como líderes religiosos” por ejemplo los evangélicos “vemos con buenos ojos la colaboración en áreas como la defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa, la prevención en salud, el tema migratorio y la respuesta a catástrofes naturales. Podemos utilizar nuestra influencia y autoridad moral para condenar enérgicamente el odio, promover la unidad y construir puentes entre comunidades”.

“Las cifras de pobreza y desigualdad, sobre todo las que se reflejan en el rostro del hambre y la malnutrición, son espiritualmente hablando, inmorales” - Harol Segura

“Es crucial que los líderes religiosos abordemos estos problemas de una manera que respete la dignidad humana y los principios éticos fundamentales. Debemos fomentar el entendimiento mutuo y sanar las divisiones, en lugar de exacerbarlas. Solo a través de un esfuerzo concertado de líderes religiosos, políticos y de la sociedad civil podremos lograr una mayor cohesión social y una paz duradera que beneficie a todos”, culminó Cellammare.

Estas palabras tuvieron coincidencias con las propuestas de Segura, quien al finalizar su discurso planteó dos sugerencias. A saber: “Insto a que el G20 apoye y financie programas que garanticen el acceso a alimentos nutritivos para todos los niños, especialmente en comunidades rurales y marginadas. Esto no es solo una cuestión de política pública, sino de justicia y compasión”, señaló como su primer propuesta. Y pidió “reconocer y asumir el rol de las comunidades de fe como promotoras de la cohesión social. Las comunidades de fe son esenciales en la creación de cohesión social al fomentar valores compartidos y brindar espacios para el diálogo y la mediación pacífica. A través de su influencia moral y espiritual, promueven la reconciliación y el entendimiento mutuo, actuando como puentes en contextos de conflicto y fortaleciendo el tejido social”.

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