Cada día en el IV Congreso del Movimiento de Lausana inicia con un tiempo devocional, precedido de alabanzas y testimonios. Para muchos ese tiempo es la antesala de lo que los redimidos por Jesucristo vivirán en la eternidad. Así se siente porque en este evento participan más de 5200 personas provenientes de más de 200 países del mundo entero.
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Durante la primer jornada, en el tiempo devocional, la invocación a Dios fue realizada por una mujer latina que lo hizo en español y fue traducida por intérpretes en inglés, francés, coreano y portugués. Lo verdaderamente interesante es que sin importar el idioma, el pueblo del Señor reunido en Seúl dijo: ¡Amén!
“¡Señor, muchas gracias por estar con nosotros esta mañana! ¡Gracias por tu misericordia!! ¡Gracias porque nos has traído aquí desde muchos lugares!” —dijo la hermana en español, quien estaba introduciendo al devocional impartido por Femi Adeleye, Vicepresidente del Consejo de Administración del Movimiento de Lausana.
Luego de adorar a Dios en su invocación, la mujer rogó para que el Espíritu Santo les hable esa mañana: “¡Señor, abre nuestros oídos, abre nuestro corazón. Que podamos estar atentos a tu Palabra!”. Una súplica de cada uno de los más de 5.200 participantes que con expectativas comenzaron esta semana de interacción mundial por la evangelización de la humanidad.
En la primera exposición devocional los participantes reflexionaron sobre el tema de la promesa de la venida del Espíritu Santo, “con énfasis en el hecho de que ninguna misión puede lograrse sin el poder del Espíritu Santo. Según uno de los pioneros del movimiento de Lausana, René Padilla, cada generación de cristianos, en cualquier lugar, recibe el poder del Espíritu Santo que hace posible dar testimonio del evangelio en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. En otras palabras, cada iglesia, dondequiera que esté, está llamada a compartir en la misión de Dios, una misión que es local, regional y de alcance mundial, comenzando en su propia Jerusalén. Así que la misión de Dios no es solo local, regional o mundial, sino que necesita continuar globalmente mediante la presencia y el poder del Espíritu Santo”, comenzó la ponencia de Adeleye.
Agregó además que “la misión de nuestro Señor Jesucristo y nuestra comisión de proclamar buenas nuevas a los pobres, de sanar a los quebrantados de corazón, de proclamar libertad a los cautivos, de liberar de la oscuridad a los prisioneros, de proclamar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, así como consuelo para todos, solo puede lograrse mediante la presencia y el poder del Espíritu Santo”.