
Un grupo de 15 estudiantes del Colegio Adventista de Valdivia se convirtió en el rostro del compromiso comunitario cuando, entre el 18 y el 24 de agosto, emprendieron un operativo solidario en las localidades de Paillaco y Pichirropulli, integradas en la Región de Los Ríos, Chile.
Los jóvenes desplegaron manos dispuestas y corazones serviciales en una jornada multifacética. Su labor comenzó en la Escuela Nueva Aurora, donde pintaron y lijaron pasillos, restaurando espacios que son vitales para la vida escolar.
La ayuda se extendió más allá del pincel: organizaron una feria de salud para la comunidad educativa, donde promovieron los ocho remedios naturales de la Iglesia Adventista —aire puro, agua, ejercicio, descanso, dieta saludable, luz solar, temperancia y confianza en Dios.
Cada mañana, el grupo no solo entregó cajas de alimentos a familias necesitadas, sino que también realizó visitas sociales para atender casos concretos. Además, pusieron sus energías en trabajos prácticos: picar leña, despejar terrenos y acondicionar caminos. Esos actos de servicio directo fortalecieron el tejido comunitario en zonas rurales.
En horas de contacto con el corazón de la plaza de Paillaco, los estudiantes llevaron a cabo lo que denominaron “Impacto Esperanza”. Se trata de la distribución de literatura cristiana y mensajes de ánimo para los vecinos, abriendo senderos de esperanza y espiritualidad.
Las tardes culminaban con un toque de recogimiento. Al interior de la iglesia local se realizó un programa de evangelismo que conjugó música, reflexiones y espacios de encuentro espiritual. Esa armoniosa unión entre servicio físico y acompañamiento espiritual fortaleció los lazos entre voluntarios y comunidad.
Este tipo de iniciativa se inscribe en lo que la iglesia denomina un Mission Trip, una expedición concebidas como una expresión del evangelio a través de acciones tangibles: ayuda médica, social y espiritual a comunidades vulnerables o de difícil acceso .
Estos jóvenes escribieron una lección viviente en Paillaco y es que el servicio no espera aplausos. Como también se construye en actos concretos y silenciosos. En cada trazo de pintura, cada entrega de alimentos, cada palabra de aliento, ofrecieron una mirada distinta. La de la fe hecha obra, la fe que transforma vidas y comunidades.