Los Protestantes de Hoy… ¿Protestan?

Martin Lutero por IA
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Hace más de quinientos años, un grupo de hombres y mujeres se atrevió a desafiar el orden religioso y político de su tiempo. La Reforma Protestante no fue una simple reforma institucional: fue un grito del alma cristiana que exigía volver a las Sagradas Escrituras, abrazar solo la gracia, vivir solo por la fe, y dar solo a Dios la gloria.

Los reformadores no fueron diplomáticos de lo correcto, sino profetas de la verdad. Protestaron contra el status quo de la Iglesia Católica Apostólica Romana, denunciaron los errores doctrinales, las injusticias, la hipocresía y el legalismo. Con valentía, se enfrentaron a un sistema religioso que se había mezclado con el poder político y había perdido de vista al Dios que decía servir.

Hoy, más de cinco siglos después, en Argentina y en tantos otros países, celebramos el Día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. Pero la conmemoración plantea una pregunta incómoda:

¿Los protestantes de hoy, realmente protestamos?

Porque si este día se reduce a una celebración interna o a un acto institucional con el auspicio de algún gobierno, entonces hemos perdido el espíritu de la Reforma. Aquellos hombres fueron excomulgados, perseguidos y muchos de ellos murieron por proclamar la verdad de Dios. Su fe tenía consecuencias.

Los reformadores no fueron diplomáticos de lo correcto, sino profetas de la verdad.

¿Cuántos cristianos hoy levantan la voz contra la injusticia, la corrupción política o el avasallamiento de la fe? ¿Dónde están quienes protestan cuando se ridiculizan los valores bíblicos, cuando se atacan los principios fundamentales del Evangelio, cuando el pecado se celebra y la verdad se censura?

La voz profética de la Iglesia en los últimos tiempos debe ser una voz valiente, llena de gracia y de verdad. No puede vender su mensaje por conveniencias políticas ni callar ante la oscuridad. No busca agradar a los hombres, sino agradar a Dios.

Imaginemos por un momento que una máquina del tiempo trajera a los reformadores al año 2025. ¿Qué harían? ¿Qué dirían?

Probablemente los veríamos usar los medios de comunicación, las redes sociales y los espacios educativos, culturales y sociales para predicar con pasión y claridad. Quizás serían censurados, arrestados o marginados. Tal vez sus nombres —Lutero, Calvino, Zuinglio, Knox— ocuparían las portadas de los diarios, acusados de “causar controversia” o “perturbar el orden”.

Y, sin embargo, eso mismo harían: trastornar el mundo con la verdad.

Porque aunque no exista tal máquina del tiempo, el Espíritu Santo es eterno, y sigue levantando hombres y mujeres con la misma osadía de los apóstoles del libro de Hechos. Ellos serán los protagonistas de una nueva reforma, la que precederá al avivamiento final que transformará las naciones antes de la venida de Cristo.

“Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá.”
(Hechos 17:6)

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