En las tierras del centro de Argentina vivía una familia italiana que políticamente se identificaba con el socialismo de la época, y religiosamente eran ¡ateos y agnósticos! Ellos eran mis bisabuelos por parte de mi abuela paterna (los Zanetti), quienes luego conocieron el Evangelio debido a la tarea que un gentil hombre desarrolló hace más de cien años atrás: se trataba de un colportor. Así se llamaban a aquellos legendarios distribuidores de la Palabra de Dios. Eran misioneros que recorrían pueblo tras pueblo con las Sagradas Escrituras, sufriendo todo tipo de embates. Alguien que distribuía Biblias y literatura cristiana casa por casa.
Hoy en día, no es tan común encontrarlos. Sin embargo hay denominaciones como los Adventistas del Séptimo Día que sí continúan la tarea de difusión bíblica casa por casa. Compartir el mensaje del Evangelio, a través de la literatura lleva a los colportores a obtener mucho más que ganancias materiales.
Por más de una década, Diana oró por Silvia y confirmó su vocación misionera cuando ésta última finalmente se entregó a Cristo.
“Diana Marina Cracco lo demuestra en su propia historia. Hace 16 años, fue invitada por una amiga a participar de este ministerio en su ciudad natal, en el interior de Argentina. En poco tiempo, entendió que había sido llamada para servir”, cuenta la publicación digital de la Iglesia Adventista.
Diana es una colportora regular, que se dedica a esta actividad a tiempo completo. Se gana la vida y transforma cada visita en una oportunidad para que otras personas conozcan sobre el amor de Dios. Entre los libros que ofrece hay literatura relacionada al bienestar, la naturaleza, alimentación saludable y vegetariana, y estudios bíblicos entre otros, además de la Palabra de Dios.
Los colportores pasan por capacitaciones que no solo los ayudan con técnicas de venta, sino que, sobre todo, los motivan a tener una relación más cercana a Dios para poder compartir su mensaje, a través de los libros. Es por eso que el colportaje es un ministerio, pues mediante esta labor el mensaje del Evangelio llega a miles de personas cada año.
El proyecto "Misión para la vida” de la iglesia Adventista procura rescatar justamente ese sentido de llamado y llevar a más personas a dedicarse integralmente a la predicación del Evangelio a través del colportaje. Esta estrategia de venta de literatura fue adoptada justamente para crear vínculos con la comunidad local. Así sucedió con Diana.
"Hace 15 años conocí a Silvia. Una chica muy cariñosa. recién casada, que compró los materiales de salud. Comenzamos una bella amistad”, contó Silvia, a quien Diana también le ofreció estudios bíblicos. Luego, formaron un grupo pequeño e incluso realizaron visitas al templo adventista local. "Pero ella nunca tomó la decisión por el bautismo", lamentó la colportora.
Pasaron los años y mantuvieron su conexión como amigas. Siempre apoyándose y orando juntas. En cierto momento, Silvia comenzó a asistir a otra denominación, pero eso no afectó la relación construida entre ellas. "Todos los años anotaba su nombre en mi lista de oración para que el Espíritu Santo la ayudara a reconocer la verdad y aceptarla", recuerda Diana.
En 2023 Silvia se mudaría a otro pueblo donde la familia encontraría un destino más propicio después de la pandemia del COVID. "Oramos durante un mes, nos reunimos todos los sábados en su casa para que Dios guiara su decisión familiar. Finalmente, se mudó con su familia”, señaló Diana quien con perseverancia seguía pidiendo a Dios por la vida de su amiga.
La gran sorpresa llegó cuando Silvia comenzó a asistir a un templo adventista en este nuevo lugar donde se afincaron con su familia. En diciembre de 2023, ella y sus hijos fueron bautizados. Algunos meses después, su hermana vivió la misma experiencia. Ahora, otra hermana estudia la Biblia y se prepara para el bautismo.
Diana forma parte de los 1.952 colportores adventistas regulares que están dispersos por Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay en 2024. En los últimos cinco años, 12.593 personas fueron bautizadas como fruto directo de su trabajo de evangelismo.
Así como la historia de Silvia, la historia de mi familia tiene un colportor que fue usado por Dios para que una familia conociera del mensaje de la Cruz y reconociera que Jesucristos es el Señor y Salvador de sus vidas. Bueno... debería decir ¡de nuestras vidas! ¡Aleluya!