Liderar en Argentina es de terror

Ajedrez
"Siempre me ha molestado eso de que si no tenés algo gigante, es que tu trabajo no sirve. No lo creo para nada".

Desde que tuve la oportunidad de estudiar con John Maxwell en Atlanta, Estados Unidos, sobre los temas de liderazgo, supe que era una de las materias que iban a ocupar mi cerebro para siempre. Si me preguntan a que me dedico respondo esto: Liderazgo y Política. Apasionante.

Escribo en medio de que nuestro cerebro debe adaptarse a lo que mi amigo Pablo Marzilli denomina la “hipermodernidad”, que transforma y domina todo lo que toca.

Primera lección, ya no vivimos y mucho menos lideramos en la posmodernidad. Ya está, ya pasó. Estamos metidos hasta el cuello en la hiper, que nos trae mil sorpresas, costumbres y cambios culturales casi imposibles de afrontar.

Y además, queridos lectores, estamos en Argentina. Tri-campeón del mundo, Bi-Campeón de América entre otras yerbas, que hacen la misión de liderar todavía mucho, muchísimo más especial y desafiante.

Necesitamos ser dialoguistas a full, cómo nunca antes. Es que las posturas son cada vez más extremas, y en los extremos escasea o se niega la voluntad de sentarse a conversar con quien piensa radicalmente opuesto a nuestras ideas. La hipermodernidad se caracteriza por sus extremos, y el Evangelio no representa ningún extremismo, ni cultural, ni político, ni mucho menos religioso. Jesús, supo darles la oportunidad a todos, sin excepción, a que expresaran su opinión y su acción. Obvio, después evaluaba los resultados pero todos tuvieron su oportunidad. En nuestro reino espiritual hay puntos de contacto que acercan los extremos. Mi hermano puede ser mi adversario en ideas, pero nunca mi enemigo. No puedo eliminarlo, no puedo hacer como que no existe. Es mi hermano, aunque yo no quiera que lo sea.

Sigo pensando que la humildad conquista multitudes. La gente tiene un sensor infalible, y sabe con certeza cuando el que te predica en español neutro con sonido extranjero es un actor que sólo te quiere usar. La gente se valora más a un “indocto” que se come las “eses”, o que no tiene idea de homilética, pero expone su corazón en cada encuentro deseando compartir lo que Dios le ha dicho. La gente ama, admira y está dispuesto a seguir a los líderes humildes. Es que los humildes no son tontos, son humildes, no hay que confundirse. El líder humilde te saluda dónde sea, el otro, te da turno a través de su secretaria. No es lo mismo. Y la gente lo percibe.

La mente abierta lo suficiente a los cambios culturales es imprescindible. Y cuidado que no estoy diciendo que hay que aceptarlos, estoy diciendo que hay que darse cuenta que los cambios vinieron para quedarse. Aún los más nefastos y contrarios al Evangelio. A mi modo de percibir, es la generación más joven la más afectada. Las cuestiones del respeto, el sacrificio, la obediencia, etc, son materia constante de recordar para que no terminen siendo burros, maleducados y vagos, pero… disfrazados de “rebeldía anti religiosa” que pretende cambiar el mundo desde su nube de incoherencias de recital cristiano con humo y luces bajas. Por favor.

Menciono al terminar que los líderes maduros de la hipermodernidad, saben dar valor y lugar a los líderes que representan pequeños logros. Siempre me ha molestado eso de que si no tenés algo gigante, es que tu trabajo no sirve. No lo creo para nada. Pienso que hay muchos factores que determinan el tamaño del fruto de lo que le ofreces al Señor. Pienso que la clave es tener la mayor certeza posible de la honestidad de tu trabajo, la dedicación a las personas que Dios te dio a cuidar y sobre todo, del gozo de la realización en vida de tu propósito. A veces, eso es posible experimentarlo aunque la congregación sea pequeña. Jamás la influencia se mide por la cantidad de miembros o de recursos económicos. En un abrir y cerrar de ojos, Dios te pone delante de reyes siendo tu iglesia de 50 miembros. Y hace que el mundo te honre.

Tan difícil, al menos para mí, esto de liderar en el siglo XXI. Necesito amigos en quienes confiar, mentores para que me guíen y pastores que me dejen llorar confesando mis errores.

Te bendigo amigo líder. Dios te ilumine cada día. Te llene de Su Espíritu que es infalible y de un corazón y espíritu dócil a las formas que tiene Su llamado en tu vida, aunque no entiendas todo.

Abrazo a todos, menos a los orgullosos. (es que ellos no necesitan mi abrazo, sólo buscan mi aplauso… En fin).

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