Los organizadores de los Juegos Olímpicos de París 2024 emitieron unas lánguidas disculpas públicas a los católicos y otros grupos cristianos ofendidos por una representación que parodiaba la pintura de Leonardo Da Vinci, La Última Cena, durante la ceremonia de apertura. En el sketch, aparecían drag queens, una modelo transgénero, un cantante desnudo maquillado como el dios griego del vino, Dioniso, y un niño, recreando la emblemática escena bíblica de Jesucristo y sus apóstoles. Frente a la abrumadora repercusión negativa los videos oficiales del evento fueron retirados.
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Tony Estanguet, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de París, explicó que la intención no fue ofender, sino promover la tolerancia. “Imaginamos una ceremonia para mostrar nuestros valores y principios, así que lanzamos un mensaje muy comprometido. La idea era realmente provocar una reflexión. Queríamos tener un mensaje lo más fuerte posible”, dijo Estanguet, al explicar que el objetivo era fomentar un diálogo sobre diversidad e inclusión. La frondosa imaginación incluyó que pasaría desapercibido un ultraje tan profundo y denigrante, y no se esperó la repercusión negativa que alcanzó en tan sólo minutos.
La vocera del Comité Organizador, Anne Descamps, indicó que “claramente, nunca hubo la intención de faltarle el respeto a ningún grupo religioso. [La ceremonia de apertura] intentó celebrar la tolerancia comunitaria”. Además remarcó que “si alguien se ha sentido ofendido, lo sentimos mucho”.
La descarada intencionalidad de mostrar y adaptarse a la Agenda 2030 fue demoledora, tanto en la evidente decadencia en la que vive Europa, como en el rechazo mundial a sucumbir al grotesco imaginario de una minoría frágil, caprichosa e inmadura. Según el artículo 50 de la Carta Olímpica establece que “no se permite ningún tipo de manifestación o propaganda política, religiosa o racial en ningún lugar olímpico”, no se puede usar.
Al recordar el articulado olímpico sobre manifestaciones de fe, deja al descubierto la doble vara con la cual juzgan a los deportistas y los obligan a borrar sus expresiones de fe. Tal fue el caso del surfista brasileño João Chianca, a quien le solicitaron quitar las imágenes del Cristo Redentor de sus tablas hace dos semanas. “Acabo de recibir la noticia de que la pintura no está autorizada en los Juegos Olímpicos porque Cristo es una figura religiosa”, habría dicho Chianca. “Los juegos tienen reglas estrictas y se centran en la neutralidad total. Gracias a todos por su apoyo, estas tablas son preciosas. Intentaré rehacer este cuadro”, añadió. Cabe destacar que el Cristo Redentor, esa estatua de cien pies (30,50 metros) de altura de Jesucristo con los brazos extendidos, ubicada en la cima del cerro Corcovado en Río de Janeiro, es un símbolo icónico de Brasil.
Muchos han señalado que dejarán de seguir los Juegos Olímpicos debido a todo el circo pornográfico armado en la ceremonia de inauguración. Las competencias siguen adelante y hay más de cinco mil deportistas que se prepararon por años para poder marcar nuevos retos y superar las marcas más exigidas en cada una de las disciplinas.