El Silencio Roto

Mujer deprimida con las manos en la cara
 Freepik.com

Durante décadas, la conversación sobre la salud mental en muchos círculos cristianos ha estado rodeada de silencio, estigma o simplificaciones teológicas. A menudo, la depresión, la ansiedad o el agotamiento han sido erróneamente atribuidos a una falta de fe o a un pecado oculto.

Sin embargo, la realidad de la vida en un mundo caído es que nuestros cuerpos y mentes se quiebran. La actual crisis global de salud mental, exacerbada por la pandemia y las presiones modernas, es un llamado urgente para que la Iglesia evangélica despierte y abrace su rol como un hospital para el alma.

La Biblia está llena de personajes que experimentaron profunda angustia emocional. El profeta Elías, después de una gran victoria, se hundió en una depresión tan severa que deseó la muerte (1 Reyes 19:4). El rey David, en los Salmos, derrama su alma con una honestidad brutal, describiendo noches de llanto y un corazón abrumado.

Lejos de condenarlos, la Escritura presenta estas historias con una compasión cruda, mostrándonos que la lucha emocional no es ajena a una fe profunda. Dios no reprendió a Elías; en cambio, le proveyó descanso, alimento y una nueva perspectiva.

Nuestro llamado como cuerpo de Cristo es seguir ese ejemplo divino de cuidado integral. Gálatas 6:2 nos manda: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”.

Las cargas de nuestros hermanos y hermanas hoy en día a menudo incluyen el peso invisible de la ansiedad, el trauma o la depresión. Ser la Iglesia significa crear espacios seguros donde las personas puedan ser vulnerables sin temor a ser juzgadas, donde puedan encontrar una comunidad que escucha, ora y camina a su lado.

Esto no significa descartar la ayuda profesional. La fe y la ciencia no son enemigas. Organizaciones como la Asociación Americana de Consejeros Cristianos (AACC) hacen un trabajo vital al integrar la psicología clínica con una cosmovisión bíblica sólida.

Las iglesias sabias son aquellas que construyen puentes con terapeutas y consejeros cristianos, entendiendo que Dios puede usar tanto la oración y la comunidad como la terapia profesional para traer sanidad.

Es tiempo de que rompamos el silencio. Las iglesias deben hablar abiertamente sobre la salud mental desde el púlpito, ofrecer grupos de apoyo y educar a sus miembros sobre cómo cuidar de su propio bienestar emocional y el de los demás.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado la salud mental como una prioridad global, y la iglesia debe estar en la primera línea de respuesta, ofreciendo algo que el mundo no puede: la esperanza y la paz que sobrepasa todo entendimiento que solo se encuentra en Cristo.

Más reciente