Crónicas L4: Lausana, sin maquillaje

L4
Participantes del Congreso del Movimiento de Lausana en Seúl dialogando en los tiempos libres fuera de la formalidad del evento Foto: Lausanne Movement

Una mirada latinoamericana en primera persona de la mano de Harold Segura, al IV Congreso del movimiento de Lausana (L4) que se celebra en Seúl, Corea. Un diario acerca de las experiencias, vivencias y pensamiento del teólogo y pastor colombiano, radicado en Costa Rica.


Lo que pasa por fuera del programa de Lausana IV a veces resulta hasta más interesante que lo que ocurre dentro del centro de convenciones. No estoy diciendo que las conferencias, los testimonios, las entrevistas desde la plataforma, la música, ni mucho menos los diálogos en los grupos pequeños no sean valiosos, sino que, por fuera de la agenda formal, en la libertad de los pasillos, se expresan controversias que ponen al descubierto las tensiones teológicas y pastorales de quienes estamos aquí.

En el auditorio, formalidad y corrección. En los pasillos, en los buses y en los hoteles, informalidad y, en ocasiones, incorrección política y teológica. Es en estos espacios donde surgen las preguntas no contestadas y los reclamos.

Por cierto, la producción del programa del congreso es técnicamente impecable. Se cumplen los tiempos minuto a minuto; se sigue el libreto acordado y sin cambios sorpresivos (muy pocos). Las más de 1000 mesas donde nos ubicamos cada día permanecen en filas perfectas. Los expositores, antes de subir a la plataforma, pasan por una pequeña sala de maquillaje donde se retoca la imagen y se adornan los rostros (conmigo hubieran tenido mucho trabajo). Un detalle curioso: uno de los moderadores de este día, al parecer, recibió un labial de un rojo más intenso del acostumbrado para un varón, especialmente en un entorno evangélico (un poco de humor no hace daño).

Tanto orden en la sala podría llevar a creer que existe uniformidad en el grupo; que las teologías evangélicas se han alineado con las expectativas, bastante conservadoras, de quienes organizaron el congreso. Pero no es así. En los momentos informales, aflora la libertad y se hacen evidentes las diferencias.

Una de las controversias sigue siendo el borrador (aún nadie sabe si es borrador o versión final) de la Declaración de Seúl. Un grupo de casi 65 teólogos y teólogas, comprometidos con la Misión Integral, encabezados por los coreanos Sam Cho y Jongho Kim, firmaron una carta dirigida al Grupo de Trabajo Teológico de Lausana. Expresaron serias preocupaciones sobre la falta de transparencia en el proceso de redacción. Afirman que muchos participantes vieron la declaración por primera vez al comenzar el congreso, sin oportunidad de aportar sugerencias.

Este grupo plantea que la declaración necesita una voz profética más fuerte y un enfoque más amplio en los problemas sociales, económicos y ambientales, especialmente en el contexto posterior al COVID-19. También señalan un desequilibrio en el tratamiento de los temas LGBTQ+, con un enfoque desproporcionado en comparación con otras preocupaciones urgentes como la justicia racial y la desigualdad económica. Proponen que la Iglesia debe comprometerse no solo con la evangelización y el cuidado pastoral, sino también con la transformación de las estructuras injustas y el cuidado de la creación.

Además, el grupo critica que la declaración se centre excesivamente en las iglesias locales tradicionales, ignorando nuevas expresiones de fe, como las comunidades digitales y las organizaciones paraeclesiásticas. Sugieren que se debe abordar la industria armamentista, el racismo, el patriarcado y el nacionalismo cristiano, que distorsionan el evangelio y dañan el testimonio de la Iglesia. También lamentan la omisión de una condena más clara de las justificaciones teológicas defectuosas en el conflicto de Gaza. Para ellos, la declaración carece del dinamismo necesario para inspirar un movimiento vibrante y atractivo. Consideran que la Iglesia debe ser un catalizador de cambio, no solo en el ámbito espiritual, sino también en la justicia social y la igualdad, respondiendo a las preocupaciones de las generaciones más jóvenes, como la Generación Z.

Invitaban a otros participantes que estuvieran de acuerdo a firmar el documento. Yo, gustoso, lo firmé. Decenas más lo hicieron, aunque, para ser sinceros, la mayoría no lo ha hecho, ni lo hará (ni sabe de la existencia de ese reclamo).

Este es, y así es, el pueblo evangélico en el mundo: diverso, aunque mayoritariamente nostálgico de teologías arcaicas. Hoy, obsesionado con los debates morales y, por estos, preso de los partidismos políticos. Esta es la fe del pueblo al cual pertenezco y al cual me debo. Así es; sin maquillajes.

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