Una mirada latinoamericana en primera persona de la mano de Harold Segura, al IV Congreso del movimiento de Lausana (L4) que se celebra en Seúl, Corea. Un diario acerca de las experiencias, vivencias y pensamiento del teólogo y pastor colombiano, radicado en Costa Rica.
El cuarto día del encuentro, para mí, comenzó con el desayuno antes de llegar al centro de convenciones. Prolongué la segunda taza de café para conversar sobre lo que estaba pasando, tras bambalinas, con la Declaración final del congreso. Diferentes grupos de participantes se preguntaban: ¿Por qué se publicó al inicio del Congreso? ¿Significa que todo estaba preparado? ¿Por qué tantos párrafos doctrinales (del viejo catecismo evangélico) y tan pocos contextuales? ¿Será este el texto final o habrá oportunidad de proponer una nueva redacción? ¿Por qué tanta preocupación por los temas sexuales y tan poca por los temas sociales? ¿Por qué, al aludir al conflicto entre Israel y Palestina, no se hace mención alguna a la mentalidad colonial detrás de la conquista de la tierra palestina y la teología que avala esas injusticias?
Más tarde supe que, en la rueda de prensa concedida ayer por algunos directivos de Lausana, algunos líderes tradicionales de las iglesias coreanas habían solicitado cambios en ciertos párrafos relacionados con la sexualidad.
La sesión de la mañana comenzó con música y un estudio bíblico basado en Hechos 12:15, expuesto por el Dr. Patrik Fung, presidente del programa del Congreso. La iglesia del libro de los Hechos, aunque perseguida, se mantuvo fiel al Evangelio. ¿Cuál era su secreto? Fung respondió señalando tres aspectos fundamentales:
Primero, era un movimiento sin poder social ni económico, sin estrategias sofisticadas, pero con valor y fe. Era una iglesia de convicciones firmes. Segundo, se caracterizaba por la confianza. Bernabé es uno de los mejores ejemplos de esa confianza: entregó todo lo que tenía y acogió al ex perseguidor Saulo de Tarso, a quien los demás temían. Finalmente, Fung resaltó que era una comunidad fiel al Evangelio.
En nuestra mesa de diálogo discutimos varias preguntas acerca del tema del día, siguiendo las que nos proporcionó el congreso: ¿Cómo debemos ver la persecución y los contratiempos en la misión? ¿Cómo debemos orar por quienes sufren persecución?
La sesión continuó con un testimonio desgarrador de Babu Verghese, un periodista, historiador y autor indio, quien habló sobre la persecución que sufren los cristianos en India. Su relato fue tan apasionado y lleno de dolor que superó el tiempo asignado. El moderador, con prudencia, puso una mano sobre su hombro y le pidió que permitiera cerrar con una oración. El auditorio guardó un desconcertado silencio.
La primera sesión de la mañana concluyó con testimonios de China e Irán, que evidenciaron que, aunque en muchas partes del mundo las poblaciones cristianas sufren una persecución dolorosa e indignante, eso no significa que haya persecución en todo el mundo, como a veces se difunde.
En nuestra mesa de diálogo reflexionamos sobre esto último. En América Latina, por ejemplo, aunque hay algunos casos de persecución, en la mayoría del continente no la hay. De hecho, en lugar de persecución, lo que existe en muchos lugares es predilección. Numerosos grupos evangélicos son preferidos, protegidos e incluso promovidos por las derechas, izquierdas y otros grupos políticos.
Hoy tuvimos la suerte de terminar las sesiones más temprano de lo habitual. Nos dieron la tarde libre, algo bienvenido y necesario. Al final de esta jornada, me acompaña una oración:
Señor, protege e infunde valor a quienes son perseguidos (en India, Afganistán, Arabia Saudita, Marruecos, Mali, Irán, Argelia, Mianmar, Irak, Siria, Burkina Faso, Laos, Bangladesh, Uzbekistán, Nicaragua, Níger, Mauritania, Etiopía, Bután, Vietnam, Túnez y tantos otros lugares). Detén a sus perseguidores y sus fuerzas de mal.
Calma el miedo de quienes, sin ser perseguidos, insisten en creer que lo son o, si no, que pronto lo serán (“síndrome de mártir”). Abre los ojos de quienes, amparados bajo el nombre del Evangelio, persiguen a otros, porque creen que en este mundo solo caben ellos. Calma sus fanatismos de fe intolerante.
Ampara, por tu gracia, a quienes sufren persecuciones por causas justas, aunque no sea por predicar el Evangelio, mas sí por los valores del reino: justicia, reconciliación y paz. Amén.
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