
Una arraigada tradición de fe y gastronomía se mantiene viva en los conventos de clausura de España, donde las monjas continúan la práctica centenaria de vender dulces para sostener sus comunidades y gastos diarios.
Según un reciente informe de The New York Times, esta costumbre del "ora et labora" (oración y trabajo) es una parte fundamental de la vida monástica que combina la devoción espiritual con la necesidad económica.
El reportaje detalla cómo, desde Sevilla hasta Madrid, los visitantes pueden adquirir especialidades como las "yemas" o galletas de Santa Inés, a menudo a través de un torno de madera diseñado para preservar la clausura.
Históricamente, esta labor se intensificó en el siglo XIX, cuando la ola de sentimiento anticlerical conocida como "La Desamortización" llevó a la confiscación de bienes de la Iglesia, obligando a las órdenes religiosas a buscar su sustento en la repostería.
Más allá de la necesidad, esta labor es vista como una extensión de la vida espiritual y cultural.
"La fe nunca es una idea abstracta. Siempre se encarna. Se funde con la sociedad local", explicó al medio estadounidense monseñor Melchor Sánchez de Toca, antiguo subsecretario del departamento de cultura del Vaticano.
Esta conexión es sentida profundamente por las propias religiosas. "Me siento orgullosa porque formo parte de la vida espiritual, pero también hay algo material que alimenta a la sociedad", expresó la hermana Jacklyne Nanjala, una monja de Kenia en el convento de San Leandro.
Aunque la secularización y el envejecimiento de las comunidades en Europa presentan un desafío, los conventos se adaptan, usando redes sociales y plataformas de venta online para que sus "manos de monja" sigan sustentando la oración.





