Después del 7 de octubre: lo que Jánuca puede enseñarnos en medio de la crisis

Candelabro de Januca
Candelabro de Januca freepik.com

El 7 de octubre marcó un antes y un después en el Medio Oriente. El ataque terrorista contra Israel no solo dejó muerte, secuestros y un profundo trauma, sino que también expuso algo inquietante: lo fácil que hoy se manipula la verdad y lo rápido que muchos terminan confundiendo lo bueno con lo malo.

En medio de este escenario, la historia de Jánuca —aunque pertenece al pueblo judío— ofrece una enseñanza sorprendentemente relevante para los cristianos. No se trata de adoptar una festividad ajena, sino de aprender de un episodio histórico que refleja valores profundamente bíblicos: mantenerse fieles, discernir con claridad y no apagar la luz cuando todo alrededor parece oscurecerse.

Cuando la oscuridad avanza sin hacer ruido

La crisis que dio origen a Jánuca no comenzó con una guerra abierta. Empezó mucho antes, con un proceso silencioso de asimilación cultural. Ideas atractivas y aparentemente inofensivas fueron desplazando poco a poco la identidad y la verdad espiritual. El mayor peligro no fue la persecución directa, sino la confusión moral que se aceptó previamente.

Algo parecido hemos visto antes y después del 7 de octubre. Durante años, ciertas narrativas minimizaron el peligro del extremismo y del odio, hasta que la violencia estalló con una brutalidad imposible de negar. Esto nos deja una lección incómoda: el mal casi nunca aparece de golpe; suele crecer cuando se le tolera, se le justifica o se le resta importancia.

La Escritura lo advierte con claridad: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2).

Cuando la verdad es atacada antes que las personas

Tras el ataque, resultó alarmante observar cómo el horror fue rápidamente cuestionado o relativizado en algunos espacios mediáticos y sociales. En muchos casos, las víctimas terminaron teniendo que explicarse, mientras la verdad se debatía como si fuera solo una opinión más, sujeta a ideologías y conveniencias.

Este patrón no es nuevo. En la historia de Jánuca, primero se desacreditó la fe, luego se prohibió su práctica, y finalmente se justificó la violencia contra quienes permanecieron firmes. Antes de atacar a las personas, siempre se intenta debilitar la verdad.

Para los cristianos, esto es una advertencia directa: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!” (Isaías 5:20).

El silencio de muchos y la fidelidad de pocos

Después del 7 de octubre, muchos optaron por el silencio, ya fuera por temor, presión social o conveniencia política. Sin embargo, también surgieron voces que, aun siendo minoría, decidieron no callar frente a la mentira y la injusticia.

La Biblia muestra una y otra vez el mismo patrón: Dios no suele obrar a través de mayorías, sino por medio de pequeños grupos que deciden mantenerse fieles. Así fue con los profetas, con la iglesia primitiva y en tantos momentos decisivos de la historia.

“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu” (Zacarías 4:6).

Luz que no niega el dolor

Una de las enseñanzas más poderosas que deja la historia de Jánuca es que la luz no se enciende cuando todo está en orden, sino cuando, aun en medio del quebranto, se decide permanecer fiel.

Los cristianos no estamos llamados a negar el dolor de Israel, de las víctimas ni de los pueblos afectados por la guerra. Estamos llamados a algo más exigente: no dejar que el dolor nos lleve a justificar la mentira ni a apagar la luz que debemos mantener encendida.

Jesús lo expresó con claridad: “La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:5).

Rededicación en tiempos de confusión

La palabra Jánuca significa rededicación. En un sentido espiritual, esta idea resuena profundamente con la fe cristiana. Cada crisis nos pone frente a una decisión incómoda: volver a comprometernos con la verdad, o acomodarnos para encajar y evitar el conflicto.

Después del 7 de octubre, el mundo aparece más polarizado, más confundido y más dispuesto a aceptar relatos incompletos. En este contexto, los cristianos no están llamados a adoptar automáticamente una postura política, sino a asumir una posición moral y espiritual clara.

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Una enseñanza para hoy

Jánuca no es una fiesta cristiana, pero su historia nos recuerda una verdad profundamente bíblica: cuando la luz se mantiene firme, la oscuridad no tiene la última palabra.

En tiempos de propaganda, desinformación y relativismo moral, la iglesia está llamada a ser luz —no estridente, no violenta, pero sí clara, fiel y valiente.

Porque la luz verdadera nunca ha dependido de multitudes. Solo necesita a alguien dispuesto a encenderla y sostenerla.

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